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Victoria temprana

Aún falta lo más complicado: los nombramientos en las entidades que manejan el presupuesto nacional.

Paola Ochoa
Siempre me ha gustado Mauricio Vargas. Me gusta su pluma, su estilo, su manera de argumentar. Pero en su columna de ayer se le fueron las luces de manera brutal. Porque parte de una premisa tan falsa como un castillo de sal: que Duque ha nombrado buenos ministros y que, por eso, ya no es títere de Uribe ni de ningún otro mandamás.
Dice el buen Mauricio Vargas que entre los nuevos ministros no hay ningún uribista radical. Que ninguno de ellos ha llamado a hacer trizas los acuerdos de paz. Que ninguno es producto de milimetrías políticas dentro de la nómina ministerial.
Tres argumentos con los que estoy de acuerdo, a excepción de un par de ministros que sí me parecen de lamentar: Defensa y Trabajo, dos icónicas fichas de comerciantes y empresarios durante varias décadas atrás. Ya veremos qué pasa con la regulación de las protestas sociales y con las futuras negociaciones de salarios, dos temas en donde podría primar lo económico por encima de lo social.
Pero ese no es el rollo, ni la preocupación central. Nadie critica el buen tino del presidente en el nombramiento de su gabinete ministerial. La mayoría son expertos dentro de su campo o pedestal. Muchos dan garantía de objetividad, competencia y honestidad. El problema es pensar que –por el solo hecho de nombrar buenos ministros– Iván Duque dejó de ser automáticamente un títere de Uribe y de la clase política tradicional.
Sobre todo porque aún falta lo más complicado por nombrar: los directores de las agencias y entidades que manejan los presupuestos públicos y la contratación estatal. Allí donde se reparte la ‘mermelada’ y se hacen contratos con el dinero presupuestal: Agencia Nacional de Infraestructura, Agencia Nacional de Hidrocarburos, Agencia Nacional de Licencias Ambientales, Instituto Agustín Codazzi, Instituto Colombiano Agropecuario, Instituto Colombiano de Bienestar Familar, Banco Agrario, Fonade, Sena o la Dian.
Una larga lista de entidades con pasados vergonzosos y mucha corrupción detrás. Todas con cargos directivos que los políticos sí codician de verdad. Sencillamente porque allí se crean las clientelas y se contrata con los interventores y contratistas, los verdaderos dueños de la política nacional y local.
Así ha sido la política en el país y por eso cada gobierno destruye entidades con ese fin. Por ejemplo, durante el gobierno de Samper se destruyó la Caja Agraria, el Banco Central Hipotecario e Inravisión. Luego, durante el gobierno de Pastrana, se corrompió el DRI, Caminos Vecinales, Caprecom y el Inurbe. Después, durante el gobierno de Uribe, se corrompió el Inco, el Incoder y los hospitales que eran del Seguro Social. Y en el de Santos se hizo lo propio con el ICA, Fonade y la ANH entre tantos otros. Aún falta ver qué queda del Banco Agrario tras Odebrecht y demás.
La lista es eterna. Y por eso el país está plagado de cadáveres institucionales que se crean y se destruyen de acuerdo con las necesidades puntuales de ‘mermelada’ de cada gobierno. Eso mientras nos distraen al resto de ciudadanos con el nombramiento de unos ministros muy majos, que aunque son muy importantes, no son los que contratan ni ejecutan los recursos del erario.
Por eso –y solo por eso– es que aún no podemos cantar victoria antes de tiempo. Aún falta por ver a quién nombra Iván Duque en esos puestos. Habrá que esperar a conocer los nombres de los directores de esas agencias y entidades en donde se manejan realmente los contratos y presupuestos.
Solo entonces sabremos si el nuevo presidente es independiente y honesto. Y no otro títere de Uribe y del resto de politiqueros.
PAOLA OCHOA
Paola Ochoa
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