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Editorial: Que sea una campaña ejemplar

Una democracia con buen semblante es requisito esencial para una paz estable y duradera.

Editorial .
No es infundada la percepción de que el debate político está desbocado. Al mejor estilo de Donald Trump y sus salidas en falso, abundan las lecturas en clave de hipérbole de la realidad. Las mismas que encuentran en la ansiedad colectiva, que crece silvestre en ámbitos como el de las redes sociales, un aliado incondicional para su veloz propagación.
Pero no es este el único síntoma. Pilares de una democracia como el que todos los actores estén de acuerdo en respetar unas reglas elementales de juego –por convicción, más allá de que la ley así lo obligue– se ven tambalear a causa de posturas con dosis de ambigüedad muy por encima de lo admisible.
Es este el contexto en el que tendrá lugar la contienda previa a la votación del plebiscito en el que los colombianos decidirán si darle su aval o no al acuerdo final entre el Estado colombiano y la guerrilla de las Farc. Una decisión de la que, al tenor de lo dispuesto por la Corte Constitucional, depende si el anhelo de silenciar los fusiles tras seis décadas de guerra y barbarie finalmente se concreta o si, de lo contrario, la voluntad popular señala que para llegar a esa meta es preciso tomar otro camino.
Por lo anterior es necesario un llamado a que la confrontación y el debate no se salgan del cauce institucional y a que los dardos que surcarán los aires no causen agujeros en el marco del Estado de derecho. Una admonición que quizás en otro momento de la historia republicana del país se vería extraña, pero que hoy, dado el panorama que desde ya se observa, es ineludible.
Y por no salirse del cauce institucional entendemos lo básico: el ceñirse a la ley, la fidelidad a la verdad, el respeto –tanto de los partidarios del sí como de los del no– por la contraparte, que incluye la disposición a escuchar y valorar sus posiciones, con altura.
Cada una tiene el objetivo de que gane la opción por la que tomó partido, es lo natural. Pero que el escenario posterior al veredicto de las urnas no sea uno de debacle para el país y sus instituciones tiene que ser una meta común de ambas orillas. No menos importante es que no quede la menor duda de que el resultado, sea cual sea, será respetado por las dos campañas. Sin matices, sin rendijas, sin condicionamientos.
Con relación a lo anterior, es importante recordar que la ruta que hoy recorre el proceso en su fase final no está trazada sobre arenas movedizas. Todo lo contrario. Lo hace sobre el terreno compacto y firme que dejó lista nada menos que la Corte Constitucional. Esto significa, en pocas palabras, que ya hay una vía señalizada para ambos resultados posibles. Si gana el sí, el proceso habrá obtenido la refrendación popular y comenzará a cumplirse el cronograma que terminará en el desarme de las Farc y en el regreso de sus miembros a la vida civil para dar comienzo a la implementación de los acuerdos. Si, por el contrario, triunfa el no, el presidente Juan Manuel Santos tendrá la obligación, como lo definió también la Corte, de acoger el veredicto de los ciudadanos y dar por terminado este intento por alcanzar la paz a través de la negociación.
El alto tribunal fue claro, de igual manera, en que los electores tienen derecho a conocer, sin sesgos ni filtros mediante, la totalidad de lo acordado en la isla antes de tomar una decisión. Este punto es fundamental y no puede, en ningún momento, perderse de vista en los meses que vienen. Que –como hemos afirmado– exista un férreo respeto de todos los actores a las reglas básicas de la confrontación democrática es algo determinante para un desenlace afortunado de esta fase de refrendación, así como que fluya de manera abierta y transparente la información.
Y aunque este diario considera que un triunfo del sí es deseable si lo que se quiere es un mejor país para las generaciones venideras, postura que nace de la confianza en que lo acordado entre las partes en Cuba tiene el potencial de corregir fallas estructurales del pacto que da sentido a esta sociedad, tenemos claro que este requiere un revestimiento de legitimidad que solo se consigue con una campaña ceñida a estrictos cánones éticos.
De igual forma, y en consonancia con lo ya expresado, hacemos un llamado para que quienes promuevan la opción, legítima, del ‘no’ no solo cuenten con todas las garantías, sino que los argumentos que sustentan su decisión sean valorados antes que caricaturizados. Y, por supuesto, esto incluye que una eventual victoria de esta alternativa sea aceptada por el conjunto de la ciudadanía.
Una democracia con buen semblante es requisito esencial para una paz estable y duradera. La manera como tenga lugar esta votación será un indicador de la condición en la que se encuentra la colombiana. No es exagerado entonces afirmar que, más allá del resultado, una campaña ejemplar de ambos bandos será ya de por sí un valioso aporte al anhelo de que Colombia pueda por fin vivir en paz.
EDITORIAL
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