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El río Bogotá

Es fundamental que se avance en la nueva planta de descontaminación.

Editorial .
A instancias de una serie de foros organizados por la Universidad de los Andes en relación con el Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá (POT), ha vuelto a ponerse de presente el tema del principal afluente que poseen la capital y 46 municipios aledaños. Y las noticias no son del todo alentadoras, aunque hay señas de que su recuperación avanza lentamente.
Decimos que no son buenas porque persisten viejas prácticas que atentan contra el río Bogotá, como el vertimiento de contaminantes provenientes de industrias formales e informales; las curtiembres continúan la triste tarea, el matadero de Guadalupe convirtió en una cloaca el Tunjuelo, el mismo que va a dar al Bogotá. Por si fuera poco, se siguen envenenando las aguas en la bocatoma de Tibitoc, que suministra el líquido para dos millones de personas, lo que obliga a cerrar varias veces al año la planta para procurar su recuperación; en el canal de Torca ya prácticamente no hay río, y así sucesivamente. Todo ello hace más difícil la revitalización que, por orden judicial, se debe hacer del río. Una recuperación costosa, lenta y que suele estrellarse con el muro de intereses políticos y particulares.
El debate es importante afrontarlo desde lo técnico, lo social y lo político. Y si se hace en el marco del POT, mucho mejor, pues las decisiones que emanen de allí serán determinantes para el futuro del río. Veedores ciudadanos alertan sobre las construcciones que se siguen desarrollando en los alrededores de los afluentes, particularmente en La Calera, y de parques públicos que ejercerán una presión indebida sobre dicho recurso, sin que las comunidades sean escuchadas.
En el mundo urbano de hoy, el río se ha vuelto un jugador importante para la ciudad, un aliado más en la construcción de entornos que generen calidad de vida. Para el caso de Bogotá, es fundamental que se avance en la nueva planta de descontaminación y en propuestas concertadas de corredores ambientales que ayuden a su recuperación. No se puede desfallecer en ese intento; jamás, cuando de estas aguas dependen 11 millones de personas en la región.
EDITORIAL
editorial@eltiempo.com.co
Editorial .
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