Ha dicho el cantante español Miguel Bosé que, después de ser embajador de Oxfam durante cerca de veinte años, abandona la ONG inglesa de una buena vez porque: “No puedo ni voy a ser cómplice de semejante barbaridad”. De qué habla Bosé cuando habla de Oxfam: de aquella confederación internacional de veinte organizaciones no gubernamentales que desde 1942 ha estado tratando de aliviar la pobreza en noventa países de todos los continentes. Cuál es la barbaridad a la que se refiere: a la noticia de que, luego del terremoto que por poco acaba con Haití hace ocho años, varios funcionarios se valieron de dineros de la organización para contratar prostitutas y llevar a cabo orgías.
Fue el diario británico The Times el que –de una investigación interna de la ONG– sacó a la luz la historia de los funcionarios de Oxfam que aprovecharon las misiones de apoyo humanitario en Haití para dedicarse a la explotación sexual y los abusos de poder. De inmediato, otras organizaciones, como Médicos sin Fronteras e International Rescue Committee, revelaron sus propias investigaciones de casos de abuso sexual. Y fue claro que no se estaba hablando de unas pocas manzanas podridas, sino, una vez más, de una estructura paralela a los Estados –y a la ley– que puede aprovecharse para cometer delitos entre la impunidad.
Funcionarios de Oxfam que aprovecharon las misiones de apoyo humanitario en Haití para dedicarse a la explotación sexual y los abusos de poder.
El presidente de Haití, Jovenel Moïse, lo resumió de modo inmejorable: “No hay nada más escandaloso y deshonesto que un depredador sexual que utiliza su posición como parte de la respuesta humanitaria a un desastre natural para explotar a las personas necesitadas”.
Se dice que este horror es solo la punta del iceberg. No es justo, sin embargo, condenar la figura de las ONG: los Estados han sacado adelante muchos de sus atrasos gracias al trabajo conjunto que han puesto en marcha con estas organizaciones. Y es cuestión de hacer realidad la idea de que nadie –ningún misionero, ningún poderoso, ningún rescatador– puede estar por encima de la humanidad ni de las leyes.
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Oxfam tiene alrededor de 10.000 trabajadores en más de 90 países.
PA