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Coherencia

El cierre de la clínica Jorge Piñeros Corpas  exige una mirada más allá de los titulares.

Editorial .
El cierre de una clínica no es una situación baladí, y menos en un país en el que la atención de los enfermos riñe con la calidad y la oportunidad. De hecho, la falta de camas hospitalarias es motivo de quejas recurrentes a todo nivel. Por esta razón, el cierre de la clínica Jorge Piñeros Corpas –una de las más grandes que les sirve a los afiliados de la EPS Medimás–, ordenado por la Secretaría Distrital de Salud de Bogotá, exige una mirada más allá de los titulares y del ruido momentáneo que esto genera.
Para empezar, hay que aceptar que una entidad de salud que no cumple con sus objetivos y, además, pone en riesgo a sus usuarios, simplemente no debe existir, y en eso la Secretaría acierta al describir el abultado listado de fallas que soportan la decisión.
Sin embargo, esto no impide preguntar en dónde estaba la Secretaría, que dejó pasar estos problemas por más de seis años en los que la Piñeros estuvo en manos del gobierno, sin ningún tipo de mantenimiento. Tanto que el ascensor averiado, que hoy se exhibe como una falta gravísima, lleva más de tres años en ese estado.

Basta ver algunos hospitales del mismo Distrito Capital que, en rigor, carecen de tanto o más por lo que se cerraron las 260 camas de la Piñeros Corpas. Coherencia.

Aquí es evidente la fragilidad en el seguimiento y el control preventivos sobre los requisitos mínimos para el funcionamiento de todos los prestadores de servicios de salud, para controlar los riesgos con anticipación y evitar que estas medidas drásticas tengan que tomarse en un tono de espectáculo, que, desafortunadamente, siembran desazón en una comunidad necesitada que termina por quedar a la deriva.
No en vano, en el sector es motivo de cuestionamientos la incongruencia entre los severos y hasta ‘incumplibles’ requisitos que la Secretaría exige para habilitar el funcionamiento de cualquier entidad de salud y la laxitud que muestra al permitir que muchas terminen ofreciendo servicios en cualquier garaje. Todo por falta de monitoreo real y propositivo. Basta ver algunos hospitales del mismo Distrito Capital que, en rigor, carecen de tanto o más por lo que se cerraron las 260 camas de la Piñeros Corpas. Coherencia.
editorial@eltiempo.com
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