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Perder por W

“Julio Sánchez trapeó el piso con Yolanda Reyes”, dijeron los oyentes del programa W.

Yolanda Reyes
“Julio Sánchez trapeó el piso con Yolanda Reyes”, dijeron los oyentes del programa W Radio, y muchos se declararon tristes, sorprendidos o avergonzados. Otros, en cambio, expresaron su alegría con aire triunfal, como si se tratara de una competencia de lucha libre. La entrevista tenía relación con las preguntas de un grupo de mujeres sobre la ausencia de escritoras en un encuentro literario del año Colombia-Francia, organizado por el Ministerio de Cultura. Me explicaron que primero me entrevistarían, que luego hablaría la Ministra y que no habría posibilidad de contra- preguntarle.
Además de sentirme maltratada en vivo y en directo, tuve la sensación de estar frente a una “gallada” que les hacía eco a los juicios de su líder (y también a sus prejuicios). Y, en ese sentido, si ganar significa “trapear el piso” con una ciudadana, es completamente cierto: ellos ganaron.
La pregunta es si debemos felicitar a esos señores por su hazaña y, más allá del episodio, si un periodismo que privilegia a una de las fuentes –y nada menos que a la fuente del Gobierno– sin hacer el intento de detectar una fisura para propiciar un debate argumentado en un tema que merece toda la atención es lo que esperamos hoy, en estos tiempos de crisis del periodismo y del país.
Ese discurso monolítico como el que dio la Ministra de Cultura en el espacio ilimitado que le concedió la emisora, como si se tratara de una alocución presidencial, podría haber sido una alerta para cualquier periodista interesado en ir más lejos. Sin embargo, en vez de desafiarla, los entrevistadores de la W le hicieron preguntas de un libreto que parecía impuesto por ella y que ha ido repitiendo con pequeñas variaciones en sus comunicados oficiales.

Esa capacidad de discrepar y de examinar la relación entre lo público, la educación y la cultura es una asignatura pendiente en estos tiempos del país

Si la rapidez con la que Julio Sánchez y su equipo estuvieron dispuestos a callar las preguntas sobre los mecanismos de selección de obras literarias en certámenes que involucran recursos públicos y sobre la representación –real y simbólica– de las mujeres se hubiera extrapolado también a la velocidad para interpelar a la Ministra, el debate de la W habría podido albergar nuevas preguntas, como ha venido sucediendo en otros medios, durante estas semanas.
Asimismo, si tantos hombres y mujeres se han sentido involucrados en esta discusión sobre el significado de una política cultural para fortalecer la enunciación de diversas voces –concretamente, de voces de mujeres, y no solo en la literatura–, quizás es porque se trata de un tema crucial en un momento en el que este país comienza a hablar, y necesita hablar, de todo.
Esa capacidad de discrepar y de examinar la relación entre lo público, la educación y la cultura es una asignatura pendiente en estos tiempos del país. Si antes estuvimos absortos en los mecanismos de la guerra, con su lógica de vencedores y vencidos, hoy es evidente, como lo indica la cantidad de escritura y de puntos de vista divergentes que se han expresado en el debate sobre las mujeres escritoras, que hay otros temas en la agenda ciudadana. Y es una maravilla conversar cuando, en vez de declaraciones y comunicados de prensa, y ganadores y perdedores, hay un espacio propiciado por un periodista para que alguien escuche a otro y le devuelva un eco o le revele una pregunta, y de ese modo permita a los que hablan, pero también a los que escuchan, transformar y negociar y, por consiguiente, enriquecer sus puntos de vista.
Al fin y al cabo, la acción de publicar y la noción de lo público comparten la raíz. Y en esa raíz puede haber una clave para proponer otras conversaciones y otras formas de conversar en periodismo. Para retomar el ejemplo de la W, se trata de captar esa leve diferencia de matiz entre dejar hablar a la ministra o hablar con la ministra.
YOLANDA REYES
Yolanda Reyes
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