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La utopía que se hizo realidad

Lo que hace cinco años era una posibilidad remota, hoy es realidad: se acabó la guerra con las Farc.

Vladdo .
Hace un tiempo, cuando mi hija era aún muy pequeña, me hizo con toda la inocencia propia de su edad una pregunta que me dejó sin habla: “Papi, ¿cada país tiene sus propias Farc?”.
En un principio me quedé bloqueado; intrigado no tanto por el contenido de la pregunta, sino por el origen de esta. Luego de pensarlo un poco deduje que, después de tanto oír hablar de las Farc en su corta existencia, para ella ese nombre era tan familiar como el del ejército, los bomberos, la policía o la Defensa Civil.
También sentí mucha tristeza, porque al escucharla caí en la cuenta de que desde la niñez yo también había oído hablar de ese otro ejército, como si se tratara de una más de nuestras instituciones. Las Farc estaban ahí todo el tiempo; se mantenían en los titulares; se robaban el protagonismo de los boletines de última hora; eran parte de nuestro statu quo.
Hasta ayer.
Este 27 de junio tiene que pasar a la historia como la fecha en que presenciamos un hecho que hasta hace poco era impensable: el desarme de las Farc, la guerrilla más antigua y sólida del hemisferio.

El desarme de las Farc ha sido un proceso sin precedentes que, de hecho, va a servir como referente para el mundo

Lo que hace cinco años empezó como un secreto de Estado, como una utopía, es hoy un secreto a voces: la guerra con las Farc llegó a su fin. Punto. Ayer, en Mesetas, Meta, bajo la supervisión de Naciones Unidas, se completó la entrega de 7.132 armas que estaban en poder de 6.803 combatientes. Es la primera vez que en Colombia, en un acuerdo de paz, los rebeldes entregan un arma por cabeza.
Y la diferencia es mucho más que numérica. El desarme de las Farc ha sido un proceso sin precedentes que, de hecho, va a servir como referente para el mundo, tal y como lo aseguró en la ceremonia el jefe de la Misión de la ONU, Jean Arnault, quien además añadió que las armas que esa organización tiene ahora en custodia “son de alta calidad y operatividad”.
Los detractores del proceso, a quienes el fin de las Farc como organización armada los deja sin plataforma, podrán decir hasta misa, pero lo cierto es que van a tener que cambiar de discurso, porque ayer se quedaron sin caballito de batalla.
Pero no hablemos más de ellos, que para eso tiempo habrá. Más bien pensemos en los retos que nos esperan y también en las oportunidades que pueden presentarse en la consolidación del posconflicto.
Ayer, el jefe de las Farc, ‘Timoleón Jiménez’, le reclamó al Gobierno por el incumplimiento de varios de los compromisos adquiridos en los acuerdos; sobre todo en el trámite de leyes y normas que permitan resolver la situación jurídica de los guerrilleros. Y también alertó sobre el accionar de grupos armados que ya han asesinado a varios de sus hombres indultados o amnistiados. No obstante, reiteró el compromiso de él y de su gente con la paz, y concluyó con una frase esperanzadora: “Adiós a las armas, adiós a la guerra, bienvenida la paz”.
Las inquietudes de ‘Timochenko’ no deben caer en saco roto; si yo estuviera en su pellejo, también estaría atortolado. Las noticias sobre asesinatos de líderes cívicos y sociales que se repiten a lo largo y ancho del país son muy preocupantes. Y aunque Juan Manuel Santos dijo que “el Gobierno está firme cumpliendo lo pactado”, es indispensable que eso se traduzca en hechos, sobre todo en lo concerniente a la protección de los desmovilizados. No podemos permitir que se repita la historia de la UP.
A pesar de lo anterior, no quiero dejarme arrastrar por el escepticismo. Y así como para Santos “por vivir este día, ha valido la pena ser Presidente”, los que hemos respaldado las negociaciones podemos decir que ver el desarme de las Farc justifica de sobra la defensa de la paz.
Ayer dimos un gran paso hacia un país más tranquilo, donde los niños no tendrán que preguntar si la guerra forma parte del paisaje.
VLADDO
Vladdo .
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