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¿Tota, patrimonio sin futuro?

Urge reclamar, ¡una vez más!, la acción concertada de quienes han explotado el lago sin medida.

Un reciente informe televisivo me recordó que, por años, casi todos los boyacenses hemos tenido al lago de Tota y su entorno no solo como una belleza natural de difícil comparación (ilimitados horizontes, blancas playas, vientos mentolados, reparador silencio), sino como un importante activo patrimonial, ya que, al fin y al cabo, ha dispensado el agua para consumo humano y desarrollo industrial en una extensa región del departamento, facilitando también la vida (agricultura y pesca) a sus riberanos: numerosos, trabajadores y honrados. Tota ha sido un orgullo regional y del país.
Sin embargo, entre todas esas maravillas, abarrotadas asimismo de mitos, fábulas y leyendas que han hecho las delicias de generaciones enamoradas del paisaje lacustre superior a 5.700 hectáreas en inmediaciones de Aquitania, Cuítiva y Tota, con buena disposición turística (cálidos refugios, rica gastronomía, deportes náuticos), subyace una triste realidad: la de que, por los caprichos derivados del engranaje social antecedente y la desidia burocrática de quienes hoy ostentan el poder político o mecanismos de administración llamados a conseguir el adecuado manejo del lago que NO cumplieron ni cumplen con sus obligaciones, este sigue acercándose, disimulada pero inexorablemente, a la degradación total.
El continuado y creciente expolio a que se lo ha sometido por entidades públicas y privadas, sumado a sus inconcebibles fallas estructurales y, más grave aún, a la absoluta inobservancia sobre las obras de conservación y uso dispuestas durante decenios en un acto legislativo, numerosas leyes, decretos ejecutivos y fallos judiciales de todo nivel, solo han ocasionado que hoy en día –cuando el mundo entero dispensa a tesoros lacustres como este toda suerte de cuidados técnicos y miramientos sociales–, el lago de Tota sea, en toda regla, “un ejemplo de lo que no se debe hacer en materia ambiental”, según escribe el ingeniero, geógrafo y ecólogo Alfonso Pérez Preciado, conocedor como nadie de su realidad y verdadero adelantado en su defensa, pese a que labor tan desinteresada y tesonera haya chocado, inevitablemente, con los resabios característicos de ‘la tierrita’: feroz politiquería, inmensas talanqueras burocráticas y taimadas ineptitudes.

El continuado expolio a que se lo ha sometido por entidades públicas y privadas, solo ha ocasionado que hoy en día que el lago de Tota sea “un ejemplo de lo que no se debe hacer en materia ambiental”.

Avalada por su experiencia profesional en la materia y en un libro editado por la Sociedad Geográfica de Colombia, Pérez tiene publicada una completa radiografía, absolutamente fidedigna, para mostrar a letrados y profanos que los problemas del lago “...son cuatro, íntimamente relacionados: el manejo incorrecto de niveles, la contaminación hídrica, la reducción de la población de trucha y el retroceso de las orillas”, a cual más devastadores por su incidencia letal, por ejemplo, sobre el acueducto de Sogamoso y cercanías, el riego del valle de Iza, la más rica producción de cebolla en el país, la tenencia de las tierras riberanas y, en especial, la calidad y cantidad de sus aguas, siempre amenazadas por el incremento de contaminación, mucha “plaga vegetal” y sequías.
Ante un panorama tan desolador y la evidencia inocultable de que sobre el lago pende un grave riesgo de extinción cercana, urge reclamar, ¡una vez más!, la acción concertada de quienes lo han explotado sin medida y le deben la atención que el ordenamiento legal dispone: Acerías Paz del Río, Minambiente, Corpoboyacá y municipios beneficiarios. Porque Tota sin futuro es vergonzosa irresponsabilidad suya.
A propósito... hasta hoy sin fuerza parlamentaria en defensa del lago, estoy seguro de que desde el Senado, el exministro Jorge Eduardo Londoño Ulloa sí actuará en pro de Tota. Votemos por él, ‘sus mercedes’.
VÍCTOR MANUEL RUIZ
vimaruiz@hotmail.com
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