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¡Venezuela nos grita!

¿Cuál de los candidatos tiene la concepción del poder como un servicio y no como un reinado?

Cada vez que busco a Brenda la encuentro más delgada. La descubrí hace unos meses en el salón donde me arreglan las uñas. Callada y sumisa. “Me vine de Venezuela con una hermana”, me dijo. Esta semana volví a sentarme al frente de ella. “Todos los días llega más gente de Venezuela pidiéndome posada mientras consigue trabajo –me cuenta–. Ahora vino una cuñada y en estos días, mi madre. Debe dejar a mi hermano allí… Alguien tiene que quedarse…”.
La situación de Brenda me hace reflexionar sobre esa diplomacia babosa de Colombia y del mundo que reacciona tan lentamente, o que no reacciona, frente a la hecatombe de nuestros hermanos del lado que nos gritan en nuestras fronteras.
Le ha faltado a la Cancillería colombiana y al presidente Santos más liderazgo en este cataclismo. Esta situación, con cientos de venezolanos pasando días y noches de hambre mientras hacen fila ante el Estado colombiano, se veía venir desde hace mucho. Las acciones han sido más reactivas que proactivas. Hemos estado muy por debajo de la magnitud del problema. Y es de extrañar también que la Cruz Roja Internacional no haya desatado una campaña de solidaridad con cuentas bancarias y lugares para donaciones, mientras las cámaras de televisión registran la tragedia.
Venezuela y su encrucijadas fueron muy bien documentadas en un informe dominical de EL TIEMPO, pero en el que faltó preguntar a la canciller de Colombia por más celeridad en las acciones; me hace pensar en el poder del poder, en el poder del voto, en los caminos que nosotros mismos como individuos y como nación elegimos.
¿Cómo llegó Venezuela a manos de un individuo fanático, sin preparación y sin escrúpulos? Algunos temen que eso pueda pasarnos a los colombianos. No lo creo. Estoy segura de que la voz del pueblo y la madurez política que hemos alcanzado no permitirán llevar un hombre con las manos manchadas por la sangre a la presidencia de Colombia en este momento histórico. No hacen falta los abucheos para comprender que la izquierda colombiana tiene que buscar nuevos líderes, preparados, limpios y que puedan mirarnos a los ojos para pedirnos un voto. Sus argumentos contra la corrupción y la oligarquía son reales, pero ante ningún elector justifican la crueldad de su actuación.
Pero, ojo, porque en el abanico que queda hay muchos fascismos de izquierda y de derecha; porque hay demasiado ego, demasiada arrogancia en candidatos que aparecen como punteros de encuestas, muy verdes aún; porque hay personas capaces pero sumidas en alianzas nefastas. Hay preguntas que podemos hacernos: ¿cuál de los y las candidatas tiene la formación humanística, la mirada plural, la sensibilidad social, la concepción del poder como un servicio y no como un reinado; ¿cuál tiene las propuestas para privilegiar a esta clase media social y empresarial que lleva la cruz a cuestas en este país de inequidades? ¿Cuál tiene el liderazgo político la capacidad intelectual para efectuar una reforma pensional que elimine tantos privilegios a congresistas y a la élite económica? ¿Cuál ha hablado de una política demográfica, de equidad salarial para las mujeres, del derecho de ellas a elegir sobre su propio cuerpo? O, por el contrario: ¿cuál representa una amenaza para la
libre autodeterminación? A esta reflexión estamos convocados todos y todas. Y hay que hacerla porque no podemos equivocarnos.
Nos haría bien volver a Platón cuando habla de las virtudes del Estado perfecto, encabezadas por la prudencia para decidir lo que es mejor para todos en conjunto. Según él, la persona ideal para gobernar el Estado es el filósofo, el humanista, “dotado de memoria, grandeza de alma, de afabilidad, amigo y aliado de la verdad, de la justicia, de la fuerza y de la templanza. Perfeccionado por la educación y la experiencia”. El personaje para gobernar el Estado –dice– está por encima de los celos y la envidia, y su formación debe ser rigurosa. Difícil, amigo, en un país dividido y donde cualquiera que tenga un aliado con plata aspira a gobernar. Busquemos con lupa, y los y las invito a que demos una mirada a las candidatas femeninas siempre opacadas, siempre silenciadas. No nos dejemos meter gato por liebre.
SONIA GÓMEZ GÓMEZ
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