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Urgen dolientes contra el incesto

Nuestras niñas son víctimas del abuso en su propia casa. ¿Vamos a seguir de brazos cruzados?

Pido a los medios de comunicación, al Gobierno Nacional, a los alcaldes, a la primera dama de la Nación, a los departamentos y municipios, al Congreso, a las iglesias católicas y protestantes que dejemos ya de aprovechar el dolor de tantas niñas y adolescentes violadas o asesinadas para simplemente “mojar prensa” o hacer anuncios estruendosos que no pasan de ser la bofetada de un momento para una sociedad paralizada. Las cifras reportan olímpicamente “alarmante número de embarazos en menores de 14 años”.
Empecemos por darle nombre propio a la violencia más atroz de todas y que, en definitiva, es la que se presenta en la gran mayoría de esos embarazos en niñas: el delito del incesto. Nuestras niñas embarazadas no son promiscuas, ni irresponsables ni son el resultado del libertinaje sexual como dicen algunos: son víctimas del abuso en su propia casa y en su entorno social, tanto en la ciudad como en el campo. Viven la peor de las tragedias, como aquellas dos niñas que llegaron recientemente a una unidad de atención en Medellín: una de ellas, menor de 10 años, sangraba y quiso contar lo que le había hecho su padre, mientras la otra, y también víctima de incesto, trataba de callarla “porque si sigues diciendo todo, nos vamos a quedar solas; mi mamá muerta y mi papá en la cárcel ¿y entonces?”.
¿Y entonces?... ¿Vamos a seguir de brazos cruzados? Por donde quiera que vaya pido al Estado y a la empresa privada que lideremos campañas contra el incesto, y la respuesta es nula. A las víctimas de este delito les faltan dolientes pese a que nuestra tradición incestuosa es, sin duda, el más grave problema que tiene el país, porque está destruyendo nuestra infancia y procreando miseria y violencia.
Del incesto no habla la Iglesia en el púlpito, del incesto no se ocupan las mujeres protagonistas de la política y la farándula, que invierten sus neuronas en llamar la atención en las portadas de las revistas. Las campañas contra el incesto resultan incómodas para los empresarios, y prefieren ignorar el tema, y los medios de comunicación, que podríamos unirnos en una cruzada nacional contra el incesto, solo nos ocupamos de lanzar ‘flashes’ informativos cuando ocurre un nuevo caso de abuso sexual con estrangulamiento incluido, como ocurrió con la niña Yuliana Samboní, en Bogotá.

Seamos todos dolientes del incesto y ojalá una gran empresa se ponga la mano en el corazón y haga su mejor inversión: una campaña masiva contra este delito

Pero la historia se repite cada día con la muerte lenta a la que son sometidas miles de niñas, en manos de padres, padrastros, familiares. Esta es una realidad que no quiere ser vista, pero ha estado siempre en los titulares. Miremos uno solo de ellos, sacado al azar de la web: “En 2015, en Colombia 1.007 mujeres fueron asesinadas y hubo 16.000 casos de violencia sexual denunciados. Lo más preocupante es que las edades de mayor agresión están entre 10 y 18 años, con un gran énfasis en las edades de entre 10 y 14 años, edades en las que se presenta con mayor frecuencia la agresión sexual”, señaló Carlos Eduardo Valdés, director del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses. (Fuente: NoticiasRCN.com). Y hagamos el ejercicio de mirar las noticias de este 2017 para darnos cuenta de que el problema crece y nada se hace además de registrar.
Todos podemos hacer algo contra el incesto: en los hogares, en las escuelas, en los medios, en la empresa privada y en el Gobierno. Empecemos por informar hasta la saciedad que de acuerdo con la Ley 1542 del 2012, en todos los casos que se tenga conocimiento de las conductas relacionadas con presuntos delitos de violencia contra la mujer, las autoridades judiciales investigarán de oficio (es decir, no necesitan denuncia de la persona agredida), y la responsabilidad de denunciar se hace extensiva a toda la ciudadanía, en caso de que una persona tenga conocimiento de un caso. En ese sentido, Luz Imelda Ochoa, secretaria de las Mujeres de Antioquia, emitió esta semana un comunicado: “Es nuestro deber –dijo– actuar articuladamente con las autoridades en estos casos de violencia, informar y requerir que se cumpla la ley, además de denunciar públicamente y ante las instituciones estos actos repudiables”. Con la misma contundencia hay que hablar y actuar en todos los rincones del país.
Propongo que la Justicia cree un cuerpo élite para luchar contra este delito; que el Ministerio de Salud declare una emergencia social y adelante una campaña educativa en todas sus instancias para afianzar el protocolo para atención integral de víctimas de este delito y cree entes especializados para reparar a las víctimas, como clínicas de la mujer y otras entidades, con presupuestos sólidos y equipo interdisciplinario. A los profesores hay que dictarles cátedra sobre el incesto, el abuso sexual, la equidad de género y la forma de desterrar los estereotipos machistas en la sociedad. Hay que pedir a Dios que la Iglesia católica se decida en los pueblos a fustigar el incesto en los púlpitos, cosa que no ha hecho, en lugar de atacar las leyes que protegen las víctimas de abuso sexual, como es el derecho sagrado a la interrupción de un embarazo fruto de violación.
Seamos todos dolientes del incesto y ojalá una gran empresa se ponga la mano en el corazón y haga su mejor inversión: una campaña masiva contra este delito, con la certeza de que es más efectivo luchar contra las causas que contra los efectos. En otras palabras digo: los niños nacidos es preciso protegerlos y alimentarlos, claro, pero podemos invertir la torta: patrocinar más acciones para evitar que nazcan tantos niños indeseados en vientres violados y en niñas que lloran una maternidad que no pidieron, ni desearon ni buscaron. ¿Qué puedes hacer tú, amable lector? Te invito a pensarlo.
SONIA GÓMEZ GÓMEZ
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