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Un primer paso

Urge una coalición que impulse la paz territorial y los profundos cambios que reclama Colombia.

Socorro Ramírez
Tres precandidatos presidenciales lograron, a partir de ideas y trayectorias diferentes, acordar principios y metas colectivas. Además, manifiestan su disposición a seguir construyendo una coalición más amplia, junto con otras expresiones ciudadanas resueltas a hacer política limpia en favor de la paz y del cambio.
Los compromisos son sustantivos, y cada uno de los precandidatos tiene mucho que aportar a esas metas de largo plazo: derrotar la política basada en corrupción, clientelismo e impunidad; defender e implementar los acuerdos de paz, superar la polarización y construir consensos desde la democracia y el pluralismo, forjar soluciones de problemas económicos, ambientales y sociales, buscando superar la inequidad social; garantizar la vigencia del Estado social de derecho, de los derechos humanos y el respeto a la propiedad privada; hacer de la educación, la ciencia y la tecnología el principal motor de transformación social, del fomento y desarrollo de las empresas y de la economía, dentro de la competencia justa y sin concesiones monopólicas; defender la soberanía nacional, ser solidarios con los pueblos latinoamericanos que defienden los derechos humanos y su vida en democracia; sostener relaciones armoniosas con todas las naciones, persistir en esfuerzos sostenidos para transformar la sociedad colombiana.

Rescatar la legitimidad institucional requiere fuerzas realmente alternativas, que reemplacen a las tradicionales estructuras clientelistas y corruptas

Entre los retos de corto plazo está el de seleccionar la persona que asuma la candidatura presidencial. Ojalá lo hagan con mecanismos transparentes, que incluyan participación regional y social, y lo hagan pronto, pues es indispensable adelantar un ejercicio similar con otros precandidatos.
Se necesita con urgencia una coalición que impulse la paz territorial y nacional y los profundos cambios que reclama Colombia. Eso no se construye con demagogia, personalismo o maquinaria. Requiere de precandidatos afines, que sean capaces de subordinar sus legítimas aspiraciones personales en función del interés nacional, de construir liderazgos colectivos y de reconocer el lugar en el que cada uno puede prestar un mejor servicio.
Los precandidatos, además, se proponen conformar listas al Congreso con personas comprometidas con los ejes del consenso. Y eso también hay que celebrarlo. A la quiebra de los partidos tradicionales han contribuido su financiación ilícita, su actuación como macroempresas ‘atrapavotos’, que avalan a quienes sean capaces de armar clientelas a cambio de puestos, contratos y presupuestos, mecanismo perverso que les permite a los políticos apropiarse de los recursos públicos y manipular a su amaño normas e instituciones.
Rescatar la legitimidad institucional requiere fuerzas realmente alternativas, que reemplacen a las tradicionales estructuras clientelistas y corruptas; en 2018, nuevas figuras en la Presidencia y el Congreso y, en 2019, en los poderes regionales y locales. Estos tres precandidatos se han comprometido a trabajar juntos en esa perspectiva, por lo menos durante 15 años. Deberán tener en la mira un ajuste institucional del papel del Presidente, del Congreso y del Poder Judicial, atrapado también en redes de intercambio de decisiones por coimas y puestos.
No se pueden repetir las improvisaciones y los errores que diluyeron la ‘ola verde’. Hay que rescatar su acierto de llevar al centro del debate electoral su lema de ‘No todo vale’, de total rechazo a la ‘cultura del atajo’, la ilegalidad y la violencia. Urge construir una gran coalición democrática, capaz de interpelar a esa mayoría de abstencionistas desencantados de la política y las instituciones y de vincular a los movimientos ciudadanos de mujeres, étnicos y de jóvenes a emprendedores que quieran ser parte de un cambio real y no de mero nombre, así este se proclame radical.
SOCORRO RAMÍREZ
Socorro Ramírez
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