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El difícil consenso de los opositores

A favor del chavismo jugaban hasta ahora la división de la oposición y la dispersión del descontento

A favor del chavismo jugaban hasta ahora la división de la oposición y la dispersión del descontento. Pero la gravedad de la crisis ha comenzado a acercar la lucha política y la protesta social. A las manifestaciones han salido estudiantes, viejas élites, clase media y sectores populares.
Han marchado antiguos partidos opositores, agrupaciones de reciente formación, disidentes chavistas y los ‘ni-ni’, ni con el Gobierno ni con la oposición. La indignación se ha hecho sentir en las urbes, en poblaciones lejanas, en zonas donde el chavismo se implantó y en 80 ciudades del mundo.
El descontento ha mostrado su carácter nacional y mayoritario a través de manifestaciones y plantones, gestos de no violencia frente a tanques y motorizados armados, vigilias y desobediencia civil, arte callejero y cadenas humanas, ‘pupitrazos’ contra la represión, ollas vacías y cacerolazos, marchando en silencio o sentados en el suelo. La protesta ha sido pacífica, aunque en enfrentamientos callejeros han surgido grupos de choque y se han producido saqueos y vandalismo en áreas de gran conflictividad social y violencia criminal.
El Gobierno viola de tiempo atrás la Constitución bolivariana. Bloquea instituciones, reprime manifestaciones con fuerza pública y colectivos armados. Inhabilita a opositores y evita elecciones libres, pues es minoría y las pierde. Espera que el cansancio agote la protesta y trata de aislarse retirándose de la OEA. Puede solicitar una constituyente, pero la hace inconstitucional al convocarla sin referendo, para controlar todo el Estado e intentar conformarla no por sufragio universal, sino por territorios y sectores de forma tal que el Consejo Electoral saque disidentes y opositores.
La heterogénea oposición ha vivido en disputas por el liderazgo y las estrategias. Entre el 2013 y el 2016, unos presionaron en la calle “la salida” de Maduro, otros intentaron reforma para acortar su mandato y otros más impulsaron el revocatorio. También han saltado divergencias sobre alternativas. Mientras algunos permanecen atados al pasado, con la idea de regresar al poder, otros asumen una nueva realidad de la que el chavismo hace parte. El triunfo en las legislativas no los unificó y los intentos de diálogo con el Gobierno los fracturaron y paralizaron.
El Gobierno se había beneficiado de esas divergencias y de las reacciones improvisadas de la oposición frente a estrategias chavistas. Ahora, Maduro ha logrado unir a la mayoría en contra de su anulación del revocatorio, de la Asamblea, las elecciones y los partidos, y, finalmente, con su insólita constituyente. Hay acuerdo opositor para exigir en el 2017 elecciones presidenciales y regionales, canal humanitario, Asamblea como poder independiente, liberación de presos políticos y desmovilización de colectivos armados. No así sobre si el punto de partida debe ser la Constitución de 1999. Tampoco hay posición ni vocería unificada frente a posibles salidas de las crisis.
La Mesa de Unidad Democrática acordó examinar diez ejes para su reestructuración: articularse como proyecto político y no solo como alianza electoral, definir una estrategia común para la transición, estimular la lucha callejera contra el hambre y la inseguridad, realizar elecciones primarias internas, educar sobre práctica democrática y elección de candidatos, mejorar la relación con la mayoría que está en contra de Maduro pero es escéptica del liderazgo opositor, definir una posición sobre el papel de la Fuerza Armada, adoptar una política hacia los actores económicos, construir una política exterior asertiva y transparente, y articular la solidaridad internacional con el pueblo venezolano. Ardua tarea aún pendiente y anterior a cualquier cambio.
SOCORRO RAMÍREZ
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