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Cese del fuego y pacto de paz

Con esos ataques, el Eln se muestra como un grupo falto de voluntad de paz y de unidad de mando.

Socorro Ramírez
Aunque inicial, el cese de acciones ofensivas que firmó el Eln por primera vez en su más de medio siglo de guerra es un paso clave. Ese acuerdo con el Estado colombiano tiene protocolos precisos que, si se cumplen, pueden salvar vidas, desescalar la confrontación, generar alivio humanitario a las poblaciones afectadas y hacer avanzar las negociaciones para que –como dice la carta de los profesores de distintas universidades a la mesa en Quito– se transformen las balas en palabras, argumentos, deliberaciones y en pacto de paz.
Este cese del fuego bilateral es temporal, solo de 102 días, pero si concreta la negociación, en enero próximo puede prorrogarse hasta llegar a ser definitivo. Así no estén concentrados en zonas especiales, como hizo la Farc para el cese indefinido, los ‘elenos’ no podrán transitar ni hacer proselitismo con armas y tendrán que detener el secuestro, el sabotaje de la infraestructura energética, el reclutamiento de menores, las minas antipersonas.
El Eln se comprometió a no ejecutar acciones como las que realizó en vísperas de cesar el fuego: extorsiones, ataques militares y voladuras del oleoducto. El último crudo derramado contaminó más de 100 kilómetros de quebradas y ríos, afectó acueductos y la salud de la gente, anegó más de 2.000 hectáreas de cultivos de yuca, maíz, plátano y cacao en Teorama, El Tarra, Tibú. Arauca, Norte de Santander, Boyacá y Cesar han pagado caro las 45 voladuras del 2017; y con Chocó, Cauca y Bolívar, tienen un acumulado histórico de daños que el Eln debe reparar.

Las dos partes están obligadas a concretar los debates y los acuerdos sobre los puntos de la agenda, al tiempo que despliegan hacia el país la pedagogía que tanta falta hizo en el proceso con la Farc

Con esos ataques, el Eln se muestra como un grupo falto de voluntad de paz y de unidad de mando, confiado en las armas y la dinamita, no en la gente y la organización. Si intenta aprovechar el cese del fuego para expandirse, afecta aún más a las comunidades al someterlas a su alianza con grupos criminales o a su disputa por el control de territorios, economías y regulaciones ilegales, tráficos ilícitos de gasolina, drogas, armas, ganado, maderas, etc. Abandonar la acción armada les permitiría concentrarse en la lucha social y política por decisivos cambios nacionales.
El Estado, además del cese del fuego, se comprometió a reforzar el sistema de alertas tempranas, impedir el asesinato de líderes sociales, desjudicializar la protesta social, avanzar en consultas ciudadanas y en audiencias con la sociedad civil y generar alivio humanitario a los encarcelados del Eln en salud, seguridad, ubicación.
El Estado tiene que empeñarse a fondo en impedir la actuación de todo tipo de grupos ilegales y violentos, en construir una presencia integral de instituciones legítimas en todo el territorio nacional y en cumplir el acuerdo con la Farc dirigido a hacerles frente a problemas agrarios y de drogas que impiden el desarrollo en zonas marginadas.
Para que estos días de tregua amplíen el espacio de construcción de paz, las dos partes están obligadas a concretar los debates y los acuerdos sobre los puntos de la agenda de negociación al tiempo que despliegan hacia el país no una propaganda simultánea, sino la pedagogía que tanta falta hizo en el proceso con la Farc. Eso implica que Gobierno y Eln concreten garantías de seguridad para que la sociedad civil pueda participar, en especial las comunidades indígenas, negras y campesinas, y puedan aplicar sus manuales de convivencia y planes de vida donde se concentró la confrontación.
Este cese bilateral no puede fallar. Cuenta con soportes en 38 localidades de actuación del Eln: verificadores de la ONU y acompañamiento de la Iglesia católica a través de párrocos en diálogo con las comunidades, obispos en sus diócesis y la jerarquía en los órganos nacionales de monitoreo de la situación. Tiene que dar frutos.
SOCORRO RAMÍREZ
Socorro Ramírez
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