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Vida y muerte de Hugh Hefner

La visión beatífica de Hefner no fue compartida universalmente. Para mí, fue un pornógrafo sexista.

¿Fue el exterminador del puritanismo estadounidense y diligente defensor de causas sociales o un embaucador, sexista, pornógrafo y explotador de mujeres?
Así de extremos son los términos del debate sobre la vida de Hugh Hefner, el publicista-empresario creador del imperio Playboy –revista, clubes nocturnos, casinos, hoteles, películas y videos– y que recién ha muerto rodeado de sus conejitas y arropado en su habitual pijama.
Con la inmodestia que lo caracterizaba, Hefner se autodefinió como el líder de la revolución sexual en Estados Unidos, una revolución que recomendaba un estilo de vida diferente: “Nos gusta mezclar cocteles, comer hors d’ouvre, poner la música adecuada en el fonógrafo e invitar a una amiga a una plática tranquila sobre Picasso, Nietzsche, jazz y sexo”, escribió Hefner en el primer editorial de la revista, en 1953.
El negocio de Hefner era vender un estilo de vida al alcance de cualquier hombre que pudiera comprar la revista que alimentaba sus fantasías haciéndole creer que sus sueños eran realizables y relevantes. Para el sociólogo Todd Gitlin, entrevistado por The New York Times, era evidente que en su fantasía, el lector de Playboy acortaba las distancias entre su persona y galanes de la época famosos por su desbocada promiscuidad sexual como James Bond o John F. Kennedy.

La muerte del hombre de negocios que construyó un imperio manipulando las fantasías eróticas de los hombres suscita un contradictorio retrato de su vida

Repudiada por conservadores y feministas, Playboy tuvo un éxito de ventas extraordinario no solo en Estados Unidos, sino en el mundo entero, hasta que surgieron revistas mucho más atrevidas sexualmente e internet facilitó la difusión gratuita de pornografía sin censura en un computador.
El talento comercial de Hefner y su peculiar ideología, entre libertaria y libertina, como bien señala Gitlin, lo llevaron a defender causas progresistas como la derogación de leyes decimonónicas sobre cuestiones sexuales, el derecho al aborto, la descriminalización de la marihuana, la libertad de expresión y la defensa de los derechos civiles.
Aparte de las fotografías de mujeres desnudas, en Playboy se publicaban entrevistas con políticos como Jimmy Carter y Malcolm X, filósofos como Bertrand Russell y Jean-Paul Sartre y ensayos de grandes escritores como Vladimir Nabokov o Joyce Carol Oates.
Sus amigos dicen que era un gran amigo, y entre quienes han lamentado su muerte están dos líderes del movimiento pro derechos civiles, tres mujeres que posaron en las páginas de la revista y un entrevistador de televisión retirado, famoso por la suavidad de sus preguntas. Pero esta visión beatífica de Hefner no fue compartida universalmente.
A principios de los 60, Gloria Steinem escribió un artículo que describía la implacable explotación de las meseras en sus clubes nocturnos y la humillación que sentían al verse disfrazadas de conejitas, mostrando pecho y piernas a clientes libidinosos. Steinem, quien trabajó subrepticiamente como conejita, denunció que la revolución sexual no era tal porque en ella solo participaban como personas los hombres, mientras que las mujeres intervenían solo como objetos de deseo.
Para Robin Abcarian, del LA Times, “es irónico que este hombre, que presumía de presentar una versión ‘completa’ de la sexualidad femenina, probablemente fue quien más hizo para hacer cotidiana la explotación del cuerpo de las mujeres”. Hefner “se las arregló para convencer a muchas mujeres de que quitarse la ropa para darles placer a los hombres era no solo una forma de empoderamiento, sino un objetivo digno en sí mismo. Un engaño que le resultó tan rentable que lo hizo multimillonario”.
¿Usted a quiénes les cree? ¿A sus amigos o a sus críticos? Para mí, Hefner fue un pornógrafo, sexista y explotador de mujeres, por más que haya sido buen amigo de sus amigos y defensor de honorables causas sociales.
SERGIO MUÑOZ BATA
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