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La resistencia contra el energúmeno

Debemos exigir reacciones más dignas y firmes de los gobernantes de países insultados por Trump.

Si durante su carrera en el negocio de los bienes raíces y en la televisión Donald Trump se ha valido de la confrontación, el insulto y la humillación para intimidar a sus adversarios e imponer su voluntad, ahora que la presidencia de Estados Unidos lo ha colocado en un púlpito de resonancia global, sus instintos pendencieros se han agudizado hasta convertirse en una pesadilla insoportable para el mundo entero.
Según la última encuesta del Pew Research Center hecha en 37 países, mientras que el 64 % de los entrevistados tenía una impresión favorable del presidente Barack Obama al terminar su mandato, hoy el 74 % desconfía de la capacidad de Trump para actuar correctamente en los asuntos mundiales. Solo en Rusia, Nigeria, Kenia y Tanzania tienen una buena impresión de él. Y, como era de esperarse, la impopularidad de Trump ha dañado severamente la imagen de Estados Unidos en el mundo.
Frente a sus agresiones, los ciudadanos de países que han sido acusados por Trump de vivir en “países de mierda”, de ser violadores, criminales o animales no solo se sienten ofendidos, sino indefensos, porque consideran que la respuesta de sus gobernantes ha sido pusilánime. Y es evidente que las autoridades de los países ofendidos no saben cómo reaccionar cada vez que el energúmeno de la Casa Blanca pierde los estribos. En parte por el decoro con el que generalmente se comportan los presidentes y, en parte, por temor a represalias económicas.

Es evidente que las autoridades de los países ofendidos no saben cómo reaccionar cada vez que el energúmeno de la Casa Blanca pierde los estribos.

Yo creo que debemos exigir reacciones más dignas y eficientes de los gobernantes de países insultados y directamente afectados por las decisiones de Trump. Por ejemplo, la decisión de Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo del Pacífico (TPP) fue un error que, como dijo el senador republicano John McCain, “tendrá consecuencias duraderas para la economía americana y para la posición estratégica de EE. UU. en la región de Asia-Pacífico”. Pero reconforta saber que los 11 países que firmaron el acuerdo original seguirán adelante sin EE. UU.
En el caso de la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático, firmado por 195 países y que cuenta con el respaldo abrumador de la comunidad científica, la primera respuesta a la irracional conducta de Trump la han dado 14 gobernadores estadounidenses que se han comprometido a continuar apoyando el acuerdo impulsando iniciativas de energía renovable y reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero a los niveles fijados en el pacto. Es de esperar que en el futuro más gobernadores se unirán al grupo, para darle mayor fuerza.
La siguiente gran prueba de la resistencia a Trump vendrá cuando Alemania, Francia, Gran Bretaña, Rusia y China respondan la amenaza del mandatario estadounidense de sancionar a las compañías multinacionales que tras la firma del acuerdo nuclear con Irán han reiniciado sus negocios con ese país. La aplicación de medidas punitivas que pretenden intervenir directamente en los sistemas jurídicos de otros países es intolerable, pero hay un antecedente esperanzador para la resistencia.
En 1996, cuando la Ley Helms-Burton se arrogó el derecho de sancionar a países que comerciaban con Cuba, la vigorosa reacción de los países afectados persuadió a 5 presidentes, desde Bill Clinton hasta Donald Trump, a no aplicarlas. ¿Sucederá lo mismo ahora que los adversarios de Estados Unidos tienen mayor peso económico y político?
Yo espero que sí; sin embargo, estoy convencido de que la única solución para que Estados Unidos restaure su imagen es que Trump pierda la reelección en el 2020 y sus cuatro años en el gobierno sean recordados en Estados Unidos, y en el resto del mundo, como la época de la ‘peste naranja’ que causó muchos daños, pero no logró impedir que el país saliera adelante, magullado sí, pero más sano.
SERGIO MUÑOZ BATA
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