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Contra los depredadores sexuales

El acoso sexual revela desigualdad en las relaciones de poder entre los hombres y las mujeres.

Sergio Muñoz Bata
Si usted vive en América Latina, lo más probable es que el nombre de Harvey Weinstein no le resulte muy conocido. Hasta hace unas semanas, Weinstein era famoso en Estados Unidos y en el mundo del cine porque su compañía, que produce o distribuye películas famosas como ‘Shakespeare enamorado’, ‘Cinema Paradiso’ o ‘La vida es bella’, ha ganado 81 veces el Óscar. Hoy, Weinstein está en las primeras páginas de los diarios porque sus víctimas, sus colegas, su esposa y su hermano lo han condenado al ostracismo, acusado de ser un depredador sexual insaciable y un bravucón insoportable. La policía en Estados Unidos y en Gran Bretaña investiga las acusaciones de violaciones y acoso sexual, y podría perseguirlo judicialmente.
El desplome del todopoderoso productor de Hollywood, al que actrices tan famosas como Meryl Streep alguna vez comparó con Dios, empezó a principios del mes de octubre cuando ‘The New York Times’ publicó un reportaje que revelaba el acoso sexual a actrices y empleadas de la compañía, las denuncias que las agraviadas presentaron a los directivos de la empresa y los pagos hechos para comprar el silencio de las víctimas.
La investigación del ‘Times’ documentó con entrevistas a empleados, trabajadores de la industria, registros legales, correos electrónicos y expedientes internos de la empresa que los abusos de Weinstein duraron casi tres décadas. En una carta dirigida a los directivos de la empresa, una empleada escribió: “Hay un ambiente tóxico para las mujeres en esta compañía”.
Después de la publicación del reportaje en el ‘Times’, Weinstein admitió que le apenaba haber causado tanto dolor con su conducta y ofreció una disculpa, pero argumentó que muchas de las acusaciones eran falsas, amenazó con demandar al diario y negó que hubiera habido arreglos financieros con las víctimas.
La reacción en Hollywood tuvo tres fases. La más cínica fue la de aquellos que dijeron que Weinstein simplemente continuaba la vieja costumbre de Hollywood del famoso ‘casting couch’, un sofá en el que las mujeres debían negociar un papel en una película a cambio de favores sexuales. La segunda fue admitir que “todo el mundo sabía” de sus abusos, pero nadie se atrevía a denunciarlos por temor a una represalia o porque podría traer serias consecuencias legales.
Afortunadamente, la tercera reacción fue el empoderamiento de un enorme grupo de mujeres famosas que acudieron a los medios para relatar experiencias similares con el depredador. De un día para otro, otras actrices famosas de Hollywood que no habían sufrido el acoso personalmente, pero lo habían atestiguado, se unieron al coro para solidarizarse con sus colegas y denunciar la aberrante conducta de Weinstein.
El fin de semana pasado, la Academia de Artes Cinematográficas reaccionó ante el alud de acusaciones por su conducta predatoria y lo expulsó, la esposa de Weinstein anunció que su divorcio está en trámite, su hermano gestionó su destitución del puesto que ocupaba en la compañía que ambos fundaron y la abogada que lo defendía renunció a defenderlo. En Hollywood imperan la misoginia, el acoso y el asalto sexual porque la industria del cine es un tanque de testosteronas y las mujeres son tratadas como objetos de deseo, pero también por la marcada desigualdad en las relaciones de poder predominantes. El 96 % de las 100 películas de mayor éxito en la taquilla fueron dirigidas y protagonizadas por hombres, y los actores más famosos ganan tres veces más que sus contrapartes femeninas.
Pero seamos justos, Hollywood no es el único lugar en el que se abusa de las mujeres; hoy ocupa la Casa Blanca otro bravucón acosador de mujeres que podría ser gemelo de Weinstein. ¿Tendrá el mismo fin? Espero que sí.
SERGIO MUÑOZ BATA
Sergio Muñoz Bata
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