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Prescindir de ellos

¿Estos dos expresidentes saben realmente lo que Colombia necesita en este proceso?

Sara Tufano
Últimamente se ha hablado mucho de la alianza entre los expresidentes Andrés Pastrana y Álvaro Uribe. Con la campaña por el No en el plebiscito para evitar la “entrega de Colombia a las Farc”; con la conversación de dos minutos con Donald Trump en Mar-a-Lago sobreproblemas y perspectivas de Colombia y la región; y con el reciente anuncio para elegir una formula única presidencial para los comicios del 2018, esta dupla considera que se está abriendo camino en el escenario político nacional. Andrés Pastrana, sobre todo, piensa haber regresado del olvido.
¿Cómo explicar esta alianza si cada uno fue crítico acérrimo de la política gubernamental del otro? Según la Revista Semana a Pastrana y a Uribe los uniría su oposición al Presidente Juan Manuel Santos. El General (r) Óscar Naranjo, por su parte, en una reciente entrevista a Yamid Amat, dice no entender esta unión. Al parecer es un enigma.
El estribillo mediático reza así: Uribe supo capitalizar elfracaso del Caguán. Supo interpretar el rechazo de los colombianos a “la entrega de Pastrana a las Farc”: nada menos que un territorio de 42.000 kilómetros cuadrados repartidos en cinco municipios –cuatro en el Meta y uno en el Caquetá–, desde el cual las Farc habrían cometidotoda suerte de fechorías. El fracaso y la sensación de inseguridad generalizada al final del mandato de Pastrana permitieron que la política esbozada en el “Manifiesto Democrático” del entonces candidato Álvaro Uribe, se convirtiera en la principal bandera política de sus dos cuatrienios. Así, Uribe llegó al poder con las consignas de recuperar el orden público y reducir las desigualdades sociales. Esto último, una fábula. En el caso de Pastrana, le reprochan puntualmente el haber criticado duramente a Uribe por su proceso de paz con los paramilitares en Ralito.

¿Cómo explicar la alianza Uribe-Pastrana, si cada uno fue crítico acérrimo de la política gubernamental del otro?

Pero quizás Andrés Pastrana y Álvaro Uribe tengan más semejanzas que diferencias y sus propósitos no hayan sido tan disímiles como podría parecer a primera vista. Hace falta un estudio juicioso del proceso de paz durante el gobierno de Andrés Pastrana como sí los hay sobre los procesos de paz de los anteriores gobiernos. No olvidemos que un proceso de paz debe venir acompañado de una política de paz que cuente con el apoyo de todos los actores, estatales y no estatales: partidos políticos, Congreso, Fuerzas Armadas, Iglesia, etc. Por eso, una cosa es el modelo de negociación y otra la política de paz.
En ese sentido, es sabido que las Fuerzas Armadas estuvieron por fuera del proceso de paz del Caguán. Es más, el crecimiento sostenido de la fuerza publica comenzó en 1999. Las cifras son contundentes: entre el 2000 y el 2016 la ayuda de EE. UU. a Colombia fue de 9,94 billones. En ese mismo período, el año en que más se invirtió en asistencia militar y policial fue el año 2000 con 772 millones de dólares. Esas cifras convirtieron a Colombia en el mayor receptor de ayuda militar estadounidense después de Israel y Egipto.
Se nos olvida que Andrés Pastrana jugó a la ruleta rusa con el país. Un artículo equiparaba la apuesta de Pastrana, el Plan Colombia, a una jugada de alto riesgo. Y nos recordaba a los colombianos que este ambicioso plan tuvo como eje central la lucha contra el narcotráfico, para la cual los EE. UU. aportaron mas de 1.300 millones de dólares, de esos 1.300 millones, 900 millones estaban destinados a entrenamiento, equipamiento y fortalecimiento de las Fuerzas militares. Un aporte impresionante si se piensa que la ayuda estadounidense a Colombia en 1996 fue de 60 millones de dólares. Las críticas al fuerte componente militar de la ayuda no se hicieron esperar. En un contexto de diálogo con la insurgencia, esta decisión era más que arriesgada. Uno no dialoga con la guerrilla y, al mismo tiempo, prepara a las Fuerzas Armadas para combatirla.
Tal decisión dio al traste con la paz, y fue aprovechada por Uribe. La política de seguridad democrática se apoyó en un pie de fuerza mucho más equipado y entrenado. Pero no olvidemos que mientras la política de seguridad democrática iba “viento en popa”, el país iba francamente mal: las políticas estatales para eliminar el desempleo fueron ineficaces, la informalidad laboral y la pobreza aumentaron, el sistema de salud entró en crisis.
Tampoco olvidemos que durante estos gobiernos (1998-2010) –según las cifras del Informe ¡Basta Ya!–, las principales modalidades de violencia: masacres, secuestros, homicidios, desaparición forzada y desplazamiento forzado, alcanzaron picos históricos.
Así, ni la política de paz del presidente Pastrana estuvo tan consagrada a la paz como la gente cree, ni el gobierno de Uribe ofreció a los colombianos mucho más que “seguridad democrática”.
Al final cabría muy bien preguntarse: estos dos expresidentes, cuya mayor experticia es la guerra contrainsurgente, ¿saben realmente lo que Colombia necesita en este proceso de transición? Es más, ¿realmente los necesitamos? ¿Al país no le iría mejor si prescinde de ellos?
SARA TUFANO
Sara Tufano
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