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Bailando, bailando

Mientras aquí hablamos del desastre, hay países que quieren adoptar la misma metodología.

Salvo Basile
Cuando Ettore Scola, premiado director italiano, decidió filmar la película Le bal (El baile), llamó a tres de los mejores escritores del cinema europeo, aunque la historia se desarrolla sin musitar palabra. Dos horas de baile, sin diálogos. Aquí en Colombia, tres minutos de baile desataron una catarata de palabras que les costaron a tres observadores de las Naciones Unidas su posición: se los acusa de cometer el delito imperdonable de haber participado en una celebración de Año Nuevo en una zona veredal; y, ¡ay, qué horror!, un video anónimo los pilla bailando con tres guerrilleras de las Farc, comprometiendo dizque la imparcialidad como observadores. Está claro que los que se oponen a la paz están detrás de semejante oso. Que es mucho más que eso, ya que sigue las directivas de los 11 puntos de Goebbels, responsable del Ministerio de Propaganda nazi: “4. Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en una amenaza grave”.
“5. Principio de la vulgarización. Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida”.
Y tal parece, según la oposición, que una montaña gigantesca, cual es la paz, haya parido un ratoncito que es más importante que los quinientos días de paz verdadera que estamos viviendo, gracias al bendito cese del fuego bilateral, gracias a Dios y a los acuerdos de La Habana. El bailecito de los suecos es más importante que la nueva imagen internacional de Colombia; y mientras aquí hablamos del desastre, hay países del mundo que quieren adoptar la misma metodología para llegar a una paz verdadera.
Además, aquí las federaciones se oponen a la restitución de las tierras mal habidas, olvidando los porcentajes vergonzosos de la tenencia: de 42,3 millones de hectáreas, el 80 %, es decir, 33,8 millones, están dedicados a la ganadería y el restante 20 %, al café; y lo que queda, a la demás agricultura. El 0,4 % de la población posee el 46 % de la tierra y la ocupación ganadera del campo colombiano, donde 24 millones de vacas tienen más tierra que un campesino raso, ya que pastan en más de una hectárea y media cada una.
¿Con qué argumentos, entonces, están afirmando que les están entregando el país a las Farc, cuando los latifundistas y los oligarcas ya se apropiaron de Colombia hace más de 50 años?
Salvo Basile
Salvo Basile
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