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Acuerdos elementales

Políticas de fomento de la productividad tienen poderosos efectos sobre el crecimiento económico.

Rudolf Hommes
Ahora que todo el mundo está pidiendo acuerdos, es posible avanzar en la discusión de las políticas que podrían ser componentes de un consenso o de acuerdos elementales entre candidatos o grupos de candidatos mientras se desvanecen los egos y se mitigan las pasiones. Algo sobre lo que posiblemente no haya controversia es sobre la necesidad de crecer más aceleradamente y que ese crecimiento traiga consigo bienestar para la población y sea vehículo de alcanzar mayor equidad en la población.
Un documento del Banco de la República, que estudia el progreso social y económico de Colombia desde comienzos del siglo XIX, podría servir de base para ilustrar el tipo de políticas que sería necesario poner en marcha en poco tiempo y las razones para recomendarlas (J. Jaramillo, A. Meisel, M. T. Ramírez, ‘Borradores de economía’ n.° 1.027, 2017).
Este estudio le sigue la pista a la evolución de un índice de desarrollo humano de Colombia que se basa en tres variables, que miden educación, ingreso por habitante y salud. Durante el siglo XIX casi no se avanzó en desarrollo humano en Colombia, pero en el siglo pasado mejoraron sustancialmente las condiciones de vida, en los primeros 50 años por aumento del ingreso y en la segunda por una combinación de ingreso, mejores servicios públicos y mayor cobertura tanto en educación como en salud. También contribuyó a este aumento de las coberturas la rápida urbanización del país. Los logros en salud, que son muy importantes para el bienestar, se atribuyen principalmente al acceso a agua potable y alcantarillado. En general, se observa que el bienestar humano aumenta al compás de aumentos en el ingreso por habitante, el acceso y la calidad de la educación y la provisión de bienes públicos, especialmente los relacionados con cobertura de acueductos y de alcantarillado.
Hay disparidades regionales importantes entre regiones en estas coberturas y muy notorias entre el sector urbano y el rural. Bogotá, por ejemplo, tuvo cobertura superior al 80 por ciento en los dos servicios desde 1938, y muy seguramente Medellín, Cali y Barranquilla la siguieron rápidamente, pero departamentos como Bolívar, Boyacá, Magdalena, Nariño, Tolima, Cauca, Chocó, otros de la costa Atlántica y las fronteras casi no tuvieron acceso durante los siguientes 30 años.
A pesar de que persisten significativas diferencias regionales, el panorama actual es mucho más equilibrado entre regiones, salvo los departamentos olvidados. Pero no lo es si se compara la situación de las ciudades, en las que las coberturas superan o se acercan al 90 por ciento, y el campo, con coberturas que hasta 2005 no eran ni la mitad de las urbanas. Aunque las diferencias han disminuido desde entonces, las coberturas rurales pueden ser entre 20 a 30 puntos porcentuales inferiores, en promedio. Hasta hace poco, las coberturas rurales eran inferiores o iguales a las urbanas 50 o hasta 70 años atrás.
La adopción de una agresiva política de desarrollo rural y de inversión en cobertura de acueductos y alcantarillados, tanto en el campo como en los barrios marginales emergentes de las ciudades, a donde llegaron las víctimas de desplazamiento forzado, es un ejemplo de programas sobre los cuales se puede llegar a un acuerdo básico entre candidatos para aliviar el dolor que dejó la guerra y aumentar la equidad.
Las políticas de fomento de la productividad y de la producción de campesinos y otros productores rurales tienen poderosos efectos sobre el crecimiento económico y el desarrollo territorial y un impacto distributivo positivo a nivel nacional, gracias a una disminución significativa de la pobreza rural (R. Hommes, ‘Desarrollo territorial’, ‘El País’, ‘El Heraldo’ y otros diarios departamentales, 14/01/2018).
RUDOLF HOMMES
Rudolf Hommes
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