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Firmas

No voy a firmar para que un candidato con partido se haga pasar por candidato nuevo: faltaba más.

Ricardo Silva Romero
Pregúntele a un hombre de 1946 qué piensa de que 26 candidatos para las elecciones de 2018, ¡26!, se hayan lanzado a la presidencia de la República por firmas.
Dirá “tiene que ser mentira” porque no puede ser que no haya Partido Conservador ni Liberal ni nada. Preguntará luego por qué hay tantos aspirantes como quien va reponiéndose de una traición. Y habrá que contarle que la Constitución de 1991 les abrió el paso a las candidaturas independientes; que el bipartidismo, que sirvió de excusa a un puñado de apellidos para tomarse el país a sangre y fuego, se disfrazó de multipartidismo en estos años para que ciertos politiqueros consiguieran “el aval del pueblo”; que el fin de las Farc, la guerrilla que renació entre las cenizas de las guerrillas amnistiadas y perseguidas después de La Violencia –ojo–, es el fin de la simulación de bipartidismo de las últimas décadas: conflicto versus terrorismo, paz versus guerra.
Habrá que decirle al hombre del 46 que el comunismo nunca se tomó el país ni el mundo: tenían razón los cuerdos. Habrá que contarle que mataron a Gaitán. Que el pacto de paz del bipartidismo, el Frente Nacional, quiso entre otras cosas que el Estado fuera superior a sus caudillos, pero que fue en ese tiempo, que mandó a tantos al final de la fila de presidenciables, cuando se volvió común montar movimientos políticos –disidencias como cultos– alrededor de personajes principales a los que quisieron reducir a personajes secundarios: vinieron la Anapo de Rojas, el MRL de López, el Nuevo Liberalismo de Galán, el Movimiento de Salvación Nacional de Gómez, la Nueva Fuerza Democrática de Pastrana, el Primero Colombia de Uribe, ay.

Las campañas para las elecciones de 2018 parecen ser la demostración de que en el futuro no habrá partidos sino grupos de Facebook

Será importante que sepa, el señor que digo, que cada vez hubo más Estados vengándose del Estado: más bandas de maldecidos, de funcionarios corruptos, de falsos patriotas.
Será bueno que sepa que estamos ya en los meses en los que todos los titulares de prensa pueden leerse en clave de campaña presidencial. Que hoy la capital del Atlántico es la Olímpica. Que hay 26 candidatos por firmas porque nadie quiere poner la cara por los partidos.
Pero que también andan sueltos, repito, porque este año se ha dado la noticia más importante de las últimas décadas: el fin del pretexto que los reagrupaba, el fin de las Farc.
Tomará tiempo explicarle al hombre del 46 por qué las campañas para las elecciones de 2018 parecen ser la demostración de que en el futuro no habrá partidos sino grupos de Facebook: incluso Vargas Lleras, el exministro de Santos Calderón que es nieto del Lleras Restrepo exministro de Santos Montejo, ha preferido lanzarse por firmas como si no perteneciera a un viejo partido cuestionado sino a un inocente movimiento ciudadano, pues en las últimas elecciones –de la aplastante refundación del uribismo a la esperanzadora ‘ola verde’– se ha visto que estas redes de electores libres de partidos tienden a tomarse algún caudillo como excusa para conjurar sus peores miedos o para redimir su ilusión de vivir en un país en el que no se confunda ser con prevalecer, ni violencia con justicia.
Yo no voy a firmar para que ningún candidato con su propio partido se haga pasar por candidato nuevo: faltaba más. Una firma es una cosa muy seria. Hubo un tiempo en el que tenerla era señal de adultez. Puede ser que se haya vuelto lo usual que simplemente se escriba el nombre en la base de los formularios, pero una firma sigue siendo una cosa muy seria, un garabato que retrata a una persona. Y lo único bueno de andar por ahí regalándosela a tantos aspirantes que no la necesitan es, en estos tiempos sin partidos políticos, que quizás así sea más fácil darse cuenta luego –cuando nadie responda– de que la culpa y el aval son de uno mismo.
RICARDO SILVA ROMERO
Ricardo Silva Romero
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