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Una visita, una oportunidad

Estamos ante una oportunidad irrepetible para abrir una nueva etapa en la vida de los bogotanos.

El jueves 7 de septiembre de 2017, Bogotá recibirá al más ilustre de los huéspedes que pudiéramos tener entre nosotros: el papa Francisco. Es difícil encontrar hoy en día en todo el mundo una persona que congregue tanto y de alguna manera sea, al mismo tiempo, como una voz disonante que ha puesto en escena a millones de personas nunca escuchadas y aun al mismo planeta Tierra, bastante aporreado por el insaciable ser humano que la habita. El papa Francisco es además el primer pontífice nacido en nuestra tierra americana, la misma que alberga el cristianismo más activo y vivo del planeta. Y, sin embargo, es el hombre más sencillo y cercano que cualquiera pudiera imaginar y desear conocer. Pues, él mismo ha querido regalarle a Colombia cuatro días de su presencia y, entre ellos, uno a Bogotá,
Esta visita tan especial puede producir unos frutos extraordinarios si le damos el verdadero sentido que debe tener la peregrinación de un papa. Un acontecimiento de esta naturaleza para una comunidad como la bogotana puede suscitar muchos movimientos interesantes. Ser causa de integración mayor de sus habitantes, ocasión para renovar lazos y vínculos, oportunidad para hacerse solidarios en aras de que todo salga bien. Incluso, será una oportunidad de embellecer la ciudad para recibir engalanada al gran peregrino y a todos los peregrinos que nos visitarán. Es decir, estamos ante una oportunidad única e irrepetible para abrir una nueva etapa en la vida de la comunidad bogotana, que en los últimos años se ha encontrado muy herida, muy dividida políticamente, escandalosamente fracturada por razones sociales.
La visita del papa Francisco –e intuyendo acerca de qué nos va a hablar, por ejemplo, de la consolidación de la paz, la mayor atención a los pobres, la renovación de la Iglesia, el cuidado de nuestra casa común, que es la Tierra– puede ser útil para cambiar el agobiante temario colombiano, tan marcado por lo negativo y lo violento. Ver y escuchar al vicario de Jesucristo ciertamente nos traerá alegría y esperanza. Se trata, reza el lema de la visita, de dar el primer paso. En el ámbito de la Iglesia, y también del Gobierno Nacional y Distrital, será muy importante hacer una preparación no solo material y logística de este magno acontecimiento, sino también para dar a conocer el pensamiento del pontífice. ¡Qué bien nos haría saber más acerca de esta voz universal que goza de una acogida en todo el mundo como quizás ningún otro líder mundial actual! Y, si todos los medios y redes sociales se ponen de acuerdo para abrir espacio a esta voz de alegría y esperanza, pues las cosas serían inmejorables.
A Bogotá le hace falta un acontecimiento de la magnitud e importancia de una visita papal. La ciudad, la ciudadanía, la Iglesia, el gobierno local, el urbanismo, las montañas y los humedales, los habitantes de la calle y los que viven entre rosales, todo está necesitado de un buen sacudón que nos recuerde que todos somos parte de una misma comunidad y constructores de una misma sociedad. Hartos estamos ya de tantas divisiones, de tantas quejas y tantos malos espíritus que todo lo ven con pesimismo y sin esperanza. Será una ocasión única para que los jóvenes tengan oportunidad de lanzar el grito de libertad que tanto aprieta sus corazones. Momento para una gran congregación de la ciudadanía en el parque Simón Bolívar como no se ha visto hace muchos años en Bogotá por un motivo hermoso. Día festivo para detener la marcha y gritar con orgullo, como reza el himno de la ciudad: “Bogotá, Bogotá, Bogotá”.
RAFAEL DE BRIGARD, PRESBÍTERO*
* Director de Comunicaciones
de la Arquidiócesis de Bogotá
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