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Entre un feliz asombro y la inquietud

Las elecciones de mayo aparecen definiendo de una manera dramática el futuro de Colombia.

Por lo pronto, dos personajes resultaron altamente favorecidos en las consultas de este domingo. Me refiero al milagroso Iván Duque y al peligroso Gustavo Petro. Son, a estas alturas del año, los presidenciables con mayores opciones.
Duque, de solo 42 años, tiene una vistosa hoja de vida. Durante ocho años sirvió como consejero por Colombia, Perú y Ecuador en el Banco Interamericano de Desarrollo, en la Corporación Financiera de Inversiones y en el Fondo Multilateral de Inversiones.
Incorporado en Colombia al Senado por Álvaro Uribe y su Centro Democrático, fue autor de cuatro importantes proyectos de ley que le ganaron el respeto y aprecio de sus colegas congresistas. Autor del libro 'La economía naranja', lanza propuestas bien documentadas para combatir la corrupción y para fomentar la educación, la salud, la cultura, el emprendimiento, la seguridad y la familia. Toma como ventaja el hecho de representar a más del setenta por ciento de los colombianos, que, según las estadísticas, tienen su edad y desean un cambio.
En cuanto a Petro, que representa la fuerza de izquierda más importante del país, no es ajeno al populismo. Mucho recuerda al venezolano Hugo Chávez, tan admirado por él. Al principio, sus propuestas resultan atractivas y diferentes al ámbito de los partidos tradicionales, como se dio en Venezuela, pero, a la postre, existe el alto riesgo de una crisis como la que ha dejado a los venezolanos sin comida, sin salud y sin país.

Las elecciones del 11 de marzo han servido en primer término para dejar en claro el profundo descontento con el actual gobierno y la marcada polarización del país entre dos opuestas alternativas.

Después de haber vivido una época confusa y sembrada de incertidumbre, las elecciones del pasado 11 de marzo han servido en primer término para dejar en claro el profundo descontento con el actual gobierno y la marcada polarización del país entre dos opuestas alternativas.
Aunque en el nuevo Congreso el partido Centro Democrático y Cambio Radical ostentan un apreciable aumento de curules, no es seguro que se trate de un cuerpo legislativo renovado. Son numerosos los caciques o sus herederos, quienes mantienen su poder en el ámbito rural. Pero, de todos modos, la ‘mermelada’ y la corrupción no van a tener el mismo auge con el nuevo gobierno, cualquiera que sea. Si fuese Petro el triunfador, es posible que busque los medios para convocar una constituyente. Y Duque no dejará impunes tales irregularidades, como lo ha dicho durante toda su campaña.
Queda, desde luego, una incógnita. Después de haberse mantenido, según las encuestas, en el primer puesto entre los candidatos presidenciables, Sergio Fajardo ha descendido en los sondeos más recientes. Para ciertos electores no basta su reiterada condena al mundo político tradicional. Se esperaba de él más énfasis en sus propuestas. La misma incógnita rodea a Germán Vargas Lleras, pese tanto a su hábil maquinaria como a sus planes de gobierno. Todo queda supeditado a los resultados de la primera vuelta.
En suma, las elecciones presidenciales de mayo aparecen definiendo de una manera dramática el futuro de Colombia. O vamos por el precipicio que nos abre una izquierda empeñada en el odio de clases y en la fórmula mágica de un socialismo del siglo XXI según la inspiración de los Castro, de Chávez y Maduro. O, las razonables propuestas de cambio expresadas por Iván Duque.
Es verdad que más de 7 millones de colombianos dejaron de votar el domingo pasado. Vargas Lleras, que nunca se había inclinado por buscar coaliciones, ahora no descarta proponer su fórmula vicepresidencial tanto a los conservadores como a otros sectores huérfanos. ¿Se saldrá con la suya para pasar a segunda vuelta? Todo es posible. En cuanto a Juan Carlos Pinzón, hay razones para considerar su apoyo al centroderecha, representado por Iván Duque y Marta Lucía Ramírez, su candidata a la vicepresidencia. Mujer inteligente, calificada y capaz, tiene a su favor buena parte del voto femenino.
Nos aguardan poco más de dos meses intensos en los que, querámoslo o no, se juega el bien del país.
PLINIO APULEYO MENDOZA
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