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Por el derecho a jugar en colegios y universidades

El juego forma sociedades tolerantes y pacíficas. Es cosa de niños, pero también de adolescentes y adultos.

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Hace pocos días, expertos en educación de Brasil, Chile, España y Bélgica estuvieron de visita en el país invitados por la Corporación Juego y Niñez, para compartir sus experiencias con maestros, ludotecarios, madres comunitarias, agentes educativos, padres de familia y funcionarios del Sistema de Bienestar Familiar sobre el papel del juego en la educación y, específicamente, en la construcción de una cultura de paz. Reafirmaron que en la educación, la acción de jugar es un asunto prioritario para el desarrollo integral de niños y adultos, y, en ese sentido, se requiere que no solo esté presente en las aulas y los sitios a donde van los menores de 6 años; también debe estar en colegios y universidades, e incluso en oficinas.
Aunque Colombia ha avanzado en la comprensión del juego como un derecho fundamental de los niños de primera infancia –tanto, que lo dejó como uno de los pilares de la Ley de Cero a Siempre–, aún está muy lejos de ser parte de la edad escolar y universitaria. Se requiere entender que posibilita la expresión, la socialización y la enseñanza de conocimientos diversos. En países como Brasil y Bélgica es tal el compromiso con este tema que ofrecen programas de especialización y maestría en juego, en los que los docentes adquieren herramientas para jugar con sus estudiantes. Obtienen herramientas que los ayudan a tener una nueva manera de hacer pedagogía.
Los salones de colegios y universidades deben incluir el juego en su propuesta pedagógica para que puedan aprovechar el inmenso potencial que este tiene en el desarrollo del ser humano. Jugar no es solo manipular un juguete, es darse la posibilidad de vivir un momento placentero, desprevenido, sin competencia, en el que se puede conversar, comunicarse con otros para llegar a acuerdos, aceptar triunfos y derrotas, manejar emociones. Permite escuchar y reconocer al otro. Por eso el juego no es banal, es un lenguaje de relaciones de convivencia que pone a los jugadores en un plano de igualdad, donde se acaba la discriminación, se favorece el amor y el respeto, valores que hoy, como nunca, resultan necesarios para el momento que vive Colombia.
Como lo señalaban la directora del ICBF y la consejera presidencial para la Primera Infancia en el VI Encuentro Internacional de Juego, Educación y Ludotecas: Lenguaje y Ambientes para la Convivencia, donde estuvieron presentes los expertos internacionales y varios nacionales, si queremos un país en paz, tenemos que empezar por garantizar los derechos humanos. Esta aspiración se logra en gran medida fortaleciendo a las familias para que en ellas exista la tolerancia, el amor y el respeto, para que ellas sean las primeras garantes de esos derechos. Los niños no pueden ni deben seguir en hogares que los maltratan, como sucede hoy. Según la Fiscalía, a octubre de este año se habían presentado 99.805 denuncias por violencia intrafamiliar, el 80,6 por ciento de ellas correspondientes a mujeres víctimas y el 6 por ciento a menores de edad.
Solo lograremos un cambio en la sociedad cuando concretemos transformaciones internas en cada uno de nosotros; cuando podamos aprender de una manera lúdica, sin violencia, los valores que cimientan una sociedad; cuando nos relacionemos de manera diferente.
Como decía uno de los conferencistas, la principal actividad de cada niño es ser un diseñador de juegos, algo que le desarrolla al máximo su creatividad. Por desgracia, esa capacidad se va perdiendo por las limitaciones de tiempo y espacio que se tienen para jugar a medida que se avanza en el sistema educativo. No es “bien visto jugar en clase”, pero lo es menos una sociedad que no sabe convivir porque no pudo jugar.
Ruth Camelo
* Directora ejecutiva Corporación Juego y Niñez
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