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Desigualdad social, el lunar de Santos

¿Qué tal un acuerdo nacional que establezca como meta disminuir paulatinamente el índice palma?

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Esta semana, el vocero mundial contra la desigualdad y nobel de economía, Joseph Stiglitz, estuvo sentado, en un foro liderado por este diario, junto a Juan Manuel Santos, presidente del duodécimo país más desigual del mundo y nobel de paz. La desigualdad social es la gran deuda de su mandato.
El norteamericano felicitó al presidente por el manejo económico contracíclico e hizo énfasis en que merecía el Nobel por el acuerdo con las Farc. En términos de desigualdad, se enfocó en el potencial futuro que tiene el país para combatirlo, pero no hizo un análisis de lo que han sido estos últimos siete años.
Aunque es uno de los tres ejes del Gobierno, junto con educación y paz, el resultado en desigualdad es pobre. Colombia continúa estando entre los 15 países con más inequidad del mundo. El 1 % de los más ricos reciben el 20 % del ingreso nacional, y el Gini de 0,522 sigue siendo uno de los más vergonzantes del planeta.
Mientras estudiaba en la Universidad de Columbia, fui invitado a Naciones Unidas por el profesor Michael Doyle, coautor de Stiglitz, a la presentación hecha por ambos de la propuesta de reducción de la desigualdad extrema como objetivo del milenio (ver https://tinyurl.com/zlqhkhw), la cual no fue aceptada como ellos proponían.

Aunque es uno de los tres ejes del Gobierno, junto con educación y paz, el resultado en desigualdad es pobre.

Al igual que en el 2000, año en el cual los miembros de la ONU se comprometieron a mejorar sus índices de salud, pobreza y educación, la visionaria iniciativa buscaba que la “meta 9” fuera “reducir la desigualdad extrema en todos los Estados”.
Así, antes del 2030, cada país deberá llegar a una “proporción de palma” de 1, la cual divide el ingreso después de impuestos del 10 % más rico con el ingreso después de transferencias del 40 % más pobre.
Por ejemplo, si en una nación hay cien personas, y los diez más ricos ganan en total tres millones y los cuarenta más pobres, un millón, la proporción es de 3. La meta es que sea de 1, pero en Colombia es de 4, uno de los más altos del mundo. En comparación, Uruguay lo tiene en 2, mientras que en Perú es de 2,5.
Durante el gobierno de Santos, este índice no se ha mejorado. Por ende, la pregunta que hizo el presidente a Stiglitz sobre cómo reducir la desigualdad fue pertinente. Desafortunadamente nos quedamos esperando la ‘receta secreta’.
El nobel solo dio recomendaciones generales, pues, probablemente, no conoce la filigrana del país. Esto se evidenció al no hablar sobre la reciente reforma tributaria. Ese uno de los temas que debemos revisar.
Tal como lo criticó Thomas Picketty en su visita a Colombia, el hecho de que en el duodécimo país más desigual del mundo se haya incrementado el IVA en 3 % es un paso en el camino equivocado, pues este es un impuesto antirredistributivo.
Stiglitz nos dejó algunas lecciones. Primero, la sustitución de la industria de materias primas se debe desarrollar mediante una política industrial que priorice la investigación y la innovación, con énfasis en desarrollo sostenible, de la mano de una política educativa que logre lo que él denomina “la sociedad del aprendizaje”.
Segundo, en el futuro podría reducirse la desigualdad al no existir conflicto armado, y con la confianza y solidaridad social que genera vivir en paz. Esto requiere una justa distribución de tierras con un fuerte énfasis en el desarrollo rural. Tercero, es necesaria una estrategia clara en materia de empleo y salud.
Para que este tema no se pierda de la agenda, ¿qué tal un acuerdo nacional que establezca como meta, con un claro seguimiento anual, disminuir paulatinamente el índice palma, como lo propuso el nobel ante las Naciones Unidas?
Tal como reflexionó Stiglitz, la desigualdad no es un resultado inevitable de las fuerzas económicas, sino una decisión consciente que toma cada sociedad.
Nota: Durante las tres horas de presentación del nuevo plan económico Colombia Repunta, ni el presidente ni el ministro de Hacienda utilizaron la palabra “desigualdad” o “equidad”. Por ahí empieza el problema.
FELIPE RÍOS
*Exconcejal de Bogotá
Columnista invitado
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