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Pantallas

El terror de los papás: ¿con quién estarán realmente nuestros hijos cuando están conectados?.

Óscar Sánchez
Un educador que promueve las actividades al aire libre afirmaba en estos días que un adolescente promedio pasa hasta nueve horas diarias viendo televisión, videos y otros contenidos en pantallas. En 1971, cuando el 46 % del contenido de la televisión en Colombia era educativo, y este país era un modelo latinoamericano de uso de las pantallas para educar, los niños y jóvenes no pasaban ni dos horas en promedio al frente de ellas, incluyendo su uso en salones de clases.
¿Qué ven esos chicos y chicas hoy?
En la televisión abierta, la única opción en poblados pequeños, zonas rurales y entre los más pobres, los dos canales privados tienen la hegemonía, acabaron con la televisión educativa en su parrilla, y se dedicaron, con pocas excepciones, a alimentar lo más patético de las emociones primitivas. Y entre tanto, para cumplir su misión, que es hacer plata, repletan a los chicos de publicidad de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas, sobre la cual nos alerta por estos días la campaña #NoComasMásMentiras. La poca televisión educativa nacional que todavía se produce, y que muchas veces gana premios internacionales por su buena calidad, se transmite por canales públicos que nadie ve.
En la televisión por cable que ven las clases medias populares y acomodadas, hay una oferta más variada, pues existen canales especializados para niños y para jóvenes. Pero variada significa desde 'Jorge el Curioso', que enseña cosas útiles, pasando por 'Gravity Falls', que no por creativa deja de tener una estética repulsiva, hasta un sinnúmero de series que exaltan lo cool de la frivolidad y unos comerciales espantosos que les embuten a los niños juguetes de mala calidad.

Los profesores y los padres rara vez somos capaces de entender cómo despegar a los chicos de las pantallas para que se muevan, conozcan la naturaleza o quieran cambiar el mundo.

Netflix es un paso más adelante: la televisión por internet. Y con contenidos parecidos al cable, pero sin comerciales, genera una esclavitud absoluta, pues puede tener a los chicos viendo la misma serie de televisión por horas, interrumpirla para ir al baño o lidiar con el regaño de la mamá y repetir lo que se quiera. Junto con los videojuegos, representan el poder comercial más sólido.
Hay que saber que en el Cable, y especialmente en Netflix, están Cosmos y Planet Earth y Juegos Mentales, y NatGeo, y el mejor profesor de lenguas extranjeras con la posibilidad de ver lo mismo en varios idiomas con o sin subtítulos. Un universo educativo enorme.
Y luego están YouTube y el mundo abierto de internet, es decir el todo del todo. YouTube es desde el acceso pleno a las artes y las ciencias hasta todas las mentiras habidas y por haber, y unos videos que les encantan a los niños en los que un adulto destapa uno por uno juguetes baratos durante horas.
Y no hemos hablado de interacción, de Facebook, Instagram, Snapchat, Flickr, WhatsApp y videojuegos en línea. El terror de los papás (¿con quién estarán realmente nuestros hijos cuando están en su cuarto conectados?).
El punto es que hemos llegado a un mundo en el que nada nos hace falta. Ni siquiera contenidos nacionales o regionales de buena calidad (Columna: Televisión que mete 'liebre por gato'). Y, sin embargo, nos hace falta lo esencial: quien guíe. Los profesores y los padres rara vez somos capaces de entender cómo despegar a los chicos de las pantallas para que se muevan, conozcan la naturaleza o quieran cambiar el mundo. Y menos sabríamos ayudarles a usar una pantalla para comprender y cambiar el mundo en contacto con la realidad y la gente.
Hoy, un profesor que trata de ofrecer información a través de textos (físicos o virtuales) y que compite contra internet es un dinosaurio pedagógico. Y un papá que se limita a apagar el televisor, pero no sabe cómo reemplazar o redireccionar esa fuente de placer simplista, es el otro dinosaurio.
Menos computadores, teléfonos y televisores es parte de la solución, pero en realidad eso solo será posible ofreciendo alternativas atractivas en contacto con seres vivos (humanos, plantas y animales). Y la cosa pasa también por poner la tecnología al servicio de procesos educativos interesantes. Ambas cosas hoy son muy difíciles. Y solo se harán más sencillas para los adultos que logren entrar en la cultura digital de un modo que permita la comunicación fluida sobre las pantallas con los chicos que nacieron en ese mundo.
ÓSCAR SÁNCHEZ
*Coordinador Nacional Educapaz
Óscar Sánchez
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