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Educar y cambiar el mundo al mismo tiempo

Por qué siguen tantas prácticas educativas que desesperan a montones de gente encerrada en salones.

Óscar Sánchez
Si le ves sentido a lo que estudias, tu aprendizaje será mucho más profundo y duradero. Y por eso aplicar conocimientos para cambiar la realidad suele ser el método pedagógico más eficaz. Cuando se hace bien el aprendizaje para el cambio social (o aprendizaje-servicio, como también se suele llamar), se exige investigación y se crea sentido de responsabilidad y disciplina, pues nos enfrenta a acciones con consecuencias, en las que el estudio se torna útil y poderoso.
Del otro lado de la ecuación, es difícil imaginar instituciones mejor dotadas para producir desarrollo comunitario y construir paz que los colegios y universidades. Allí, profesores y estudiantes tienen acceso a información, expertos temáticos, un tiempo escolar y un currículo (y muchas veces, actividades extracurriculares), los cuales pueden usar para reflexionar y desarrollar proyectos transformadores trabajando en equipo. Por eso, el voluntariado estudiantil está presente con tanta frecuencia en procesos exitosos de mejoramiento social.
Como lo explica Nieves Tapia, directora de Clayss, Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario (www.clayss.org), la ecuación escuela-comunidad crea un círculo virtuoso, porque la realidad desafía tus conocimientos y, cuanto más estudias, más compromiso adquieres con el servicio y más capacidad para producir transformaciones efectivas de la realidad.

Aplicar conocimientos para cambiar la realidad suele ser el método pedagógico más eficaz

Las iniciativas en Colombia son muchas. El ejemplo del programa Manos a la Paz del PNUD y la Consejería para el Posconflicto, que entre 2016 y 2017 ha llevado a los territorios afectados por el conflicto armado a más de 1.000 estudiantes universitarios de todo el país para acompañar proyectos de construcción de paz, se nutre de antecedentes como Opción Colombia, en los noventa, y el Programa Paz y Región de la Universidad de Ibagué, en la última década. Y en la educación secundaria y media, la experiencia de las Iniciativas Ciudadanas de Transformación de Realidades (Incitar), que recientemente potenció más de 3.000 proyectos de cambio social liderados por estudiantes y profesores en Bogotá con apoyo de las cajas de compensación de la ciudad, ha sido ampliamente reconocida.
No toda actividad de servicio social estudiantil funciona bien. Sobre todo cuando se pasa de programas voluntarios a asignaturas académicas, o incluso obligaciones legales, los riesgos aumentan. Por ejemplo, el servicio social de los bachilleres que comenzó con la alfabetización de hace cuarenta años ha terminado desdibujado. Y en realidad, entre el año rural de los profesionales de la salud y la judicatura de los abogados, hay un sinnúmero de actividades de responsabilidad social y extensión universitaria en instituciones públicas y privadas muy bien implementadas, y hay otras desafortunadas. Pero cuando se hace bien, funciona. En especial, resulta bien la combinación de la actividad académica rigurosa y el propósito genuino de cambio social, ojalá emancipatorio.
Cabe preguntarse por qué siguen existiendo tantas prácticas educativas tradicionales que desesperan a montones de gente encerrada en salones de clase con maestros que compiten inútilmente contra internet, si es posible volcarse a trabajar en una realidad que lo necesita y permite aprender mejor. Todas las carreras técnicas y universitarias hacen aportes desde lo ambiental, la agricultura, la salud o la arquitectura e ingeniería hasta, cómo no, la comunicación, la historia, la filosofía, las ciencias puras y las artes. Y los chicos y chicas más jóvenes en el colegio, desde la música, las ciencias naturales y sociales, la lectoescritura, la tecnología, el deporte y, por supuesto, la formación ciudadana, pueden actuar en experiencias de encuentro con la comunidad.
La imaginación es inagotable, como la realidad y el pensamiento. Y es por eso que este modo de vivir la educación puede ser llevado a la práctica desde el jardín infantil, y existen tantas experiencias documentadas, materiales didácticos, programas de formación docente y redes de conocimiento que quien quiera puede fácilmente comenzar a trabajarlo. Y cada vez es más la gente que quiere y lo hace.
Una prueba de ello es la fuerza del 20.° Seminario Internacional de Aprendizaje y Servicio, el cual comienza hoy en Buenos Aires, Argentina, liderado por Clayss, del cual saldrá fortalecida la red latinoamericana de practicantes de esta filosofía pedagógica, que es además un compromiso de vida para mucha gente y un movimiento sociocultural sólido. Saludo con esperanza este encuentro de personas creativas y empoderadas que marcan caminos a la educación.
ÓSCAR SÁNCHEZ
* Coordinador nacional de Educapaz
Óscar Sánchez
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