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Cultura y educación para la paz

Si la cultura es clasista y violenta... es muy probable que las relaciones en las escuelas sean así.

Óscar Sánchez
El Ministerio de Educación Nacional ha comenzado a acercarse a la gente para acompañar procesos de construcción de paz en las escuelas. Estuve en un encuentro nacional de jóvenes de los procesos GENeración PAZcifica y Pilos por la Paz, en algunos foros educativos regionales para reunir experiencias de convivencia escolar y en el foro educativo nacional en el mismo sentido.
Apoyado en la práctica de grupos juveniles y organizaciones sociales que se dedican a empoderar para la convivencia y aliado con otras entidades del Estado como la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos y algunas direcciones de calidad educativa de las secretarías de Educación, el ministerio se ha puesto en la tarea de identificar liderazgos estudiantiles y docentes para que las escuelas reconozcan su capacidad de transformación de la cultura. Al final del gobierno de la paz, se comienza a trabajar finalmente en la pedagogía de la paz más allá de la propaganda. También las organizaciones del magisterio, incluyendo al sindicato, han manifestado su interés en esa tarea.
En estas actividades recientes se nota un esfuerzo genuino por reconocer los ejemplos colombianos del tipo de educación que hace transformaciones profundas. El Gobierno Nacional, en mi experiencia de un par de décadas, rara vez aprende de lo que hacen las instituciones educativas, las organizaciones sociales y las entidades territoriales; generalmente lanza desde arriba orientaciones tecnocráticas que rebotan contra la realidad. Por eso es importante este cambio de mirada. Aún no es profundo, llega solo al final del gobierno y alcanza solo a un puñado de personas, pero está trabajando con los más entusiastas y va en la dirección correcta. Así que, si se mantiene en 2018 y en el próximo gobierno, debe fructificar.

Una buena noticia es que es posible que la educación cambie la cultura. Y una aún mejor, que en Colombia se han llevado a cabo experiencias grandes y pequeñas que demuestran cómo hacerlo.

La cultura es lo que somos naturalmente; la educación, un intento artificial por que aprendamos a ser alguna cosa. Si la cultura es clasista, machista, racista, autoritaria, indolente (violenta, podríamos decir), lo más probable es que las relaciones cotidianas en las escuelas sean clasistas, racistas, etc., y que los estudiantes aprendan lo que esas relaciones les enseñan, así los textos escolares, las asignaturas académicas y lo que sale de los discursos formales de los profesores (el currículo explícito) esté lleno de contenidos sobre la democracia. Cuando decimos que la violencia está naturalizada en nuestra cultura, eso significa que la educación ayudará a construir una cultura de paz únicamente si consigue cambiar lo que somos. No lo que sabemos, ni lo que podemos repetir en algún examen. Así sea importante en cierta medida que conozcamos la Constitución, los hechos históricos, o algunos principios filosóficos, para aprender a ser pacíficos necesitamos construir la paz, más que aprender a hablar de ella.
Y no es solamente un asunto de la cultura de paz o violencia. El lenguaje y la comunicación, el modo como percibimos y analizamos lo que sucede en el entorno, nuestro interés en la música, la recreación y las artes, cómo nos movemos, lo que comemos, lo que consumimos, lo que comerciamos, el tipo de familia y de comunidad en las que nos agrupamos, las relaciones de poder, de conflicto y de cooperación, el comercio, la sexualidad, el afecto, la solidaridad, y por lo tanto, lo que llegamos a ser naturalmente, se define en la relación cotidiana entre las personas y en la comunicación social de masas o en pequeña escala.
Una buena noticia es que es posible que la educación cambie la cultura. Y una aún mejor, que en Colombia se han llevado a cabo experiencias grandes y pequeñas que demuestran cómo hacerlo. La mala noticia es que es muy difícil, y que si en los colegios nos limitamos a transmitir información o a dar consejos, la cultura, que es potentísima, enseñará las relaciones, moldeará las emociones y definirá los valores (lo que consideramos importante). Por eso, si la educación quiere formar, es decir, desarrollar a las personas en su esencia, la pedagogía tiene que estar muy bien pensada, y quienes dirigimos los procesos educativos, desde los maestros de aula hasta los ministros, debemos tener compromiso y capacidad para llevar adelante ese proceso, hacerlo con la gente en su realidad local, trabajar en equipo para lograrlo y comenzar el cambio por nosotros mismos.
A lo largo de la historia, en todas las civilizaciones y sociedades se han hecho intentos de construir cultura política, cívica y religiosa que incluyen el patriotismo, el conservadurismo, el folclorismo, la urbanidad mojigata, la sumisión al poder y la proliferación de manuales y cátedras de todo tipo. Y otras experiencias maravillosas de construcción de paz han trabajado en genuinos valores de ciudadanía, respeto por los derechos y convivencia. Lamentablemente, en Colombia las experiencias para formar una ciudadanía libre, aunque ejemplares, no han tenido continuidad ni difusión. Unas veces, las creencias y, otras, el complejo de Adán de muchos gobernantes (y docentes) las han tirado por la borda. Justo por eso es una buena noticia que ahora se quiera replantear el asunto y reconocer los liderazgos juveniles, sociales y docentes de las comunidades educativas como catalizadores de la cultura de paz. Enhorabuena.
ÓSCAR SÁNCHEZ
* Coordinador nacional Educapaz
Óscar Sánchez
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