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Prediciendo el pasado

Es posible que en un futuro contemos con instrumentos que al menos vacunen contra errores graves.

La historia no se repite. El dicho popular (dicen que de Napoleón) que quien no conoce la historia está obligado a repetirla es bastante ingenuo. No parece posible que se den dos circunstancias sociales idénticas en toda su complejidad como para que el resultado sea el mismo, y si se llegaran a dar seríamos incapaces de reconocerlas.
Entre las teorías historicistas que creen en leyes sociales que predicen lo que va a pasar seguramente la más difundida fue la de Marx, que aseguraba que hay un devenir histórico y la clase obrera acabará tomando el poder, hecho con el cual debe llegar “el fin de la historia”. Antes de que los hechos lo refutaran, ya varios filósofos lo habían hecho. El más notable, Karl Popper, argumenta convincentemente en contra, en su 'Pobreza del historicismo'. Una de sus objeciones es la imposibilidad lógica de predecir un hecho que solo se podrá dar gracias a conocimientos que aún no tenemos.
Después de haber creído en Marx, y de haber visto cómo en un tiempo breve se incumplían una a una todas sus predicciones, encontré bastante más tranquilidad en Popper. Por eso me sobresaltó un informe, con el título de esta columna, sobre un avance científico reciente.
El artículo describe la construcción de un instrumento informático que permitiría descartar teorías equivocadas sobre los hechos históricos y predecir desarrollos futuros. El instrumento se llama Seshat, por la diosa egipcia de la escritura, la historia y el destino. Dice el mito que la diosa se sentaba a los pies del árbol cósmico y escribía sobre sus hojas los acontecimientos del futuro mientras archivaba los del pasado.

Seshat: un instrumento informático que permitiría descartar teorías equivocadas sobre los hechos históricos y predecir desarrollos futuros

La moderna Seshat es una inmensa base de datos. Dividió el mundo en 10 regiones. En cada una de ellas seleccionó (por el momento) tres áreas, tratando de capturar el máximo de diversidad natural y social. Para cada área definió la aparición de una primera sociedad compleja (grupo humano con control social central), una sociedad temprana, otra intermedia y una moderna, para las cuales se recogieron centenares de variables históricas. La unidad de información (validada por un panel amplio de historiadores) es un hecho sencillo y descriptivo, no sujeto a interpretaciones.
Los datos registrados hasta el momento cubren unos 10.000 años. Ya completaron temas como la guerra, la agricultura, y las estructuras rituales y sociales. Están trabajando en otra fase que se enfoca en eventos de colapso político interno, en las instituciones de bienestar, y en las religiones. Los millones de datos se pueden relacionar temática, espacial y temporalmente usando poderosas supercomputadoras.
Las primeras pruebas se han dirigido a resolver (muy al estilo de la ciencia natural) cuál entre diferentes hipótesis alternativas explica mejor algún suceso histórico. Después se tratará de validar el sistema “prediciendo el pasado”. Es decir, analizando, a ciegas, hechos que no han sido registrados en el sistema, pero que sabemos en qué terminaron. Si las “predicciones” del sistema coincidieran con lo que realmente pasó, se podría empezar a profetizar.
Tendríamos entonces un “mundo feliz” en el que el político podría modelar sus propuestas y predecir todos sus efectos, incluso daños o beneficios colaterales en campos no relacionados (cambios culturales, incentivos perversos, etc.). Suena a ciencia ficción, pero no es imposible que en un futuro podamos contar con instrumentos que al menos vacunen contra errores graves.
No será el fin de la historia (este no se dará ni en los términos de Marx ni en los de Fukuyama), pero sí podríamos imaginar el fin de las campañas políticas como las conocemos hoy, porque la gente podrá saber, de antemano, en qué van a parar las promesas de su candidato.
MOISÉS WASSERMAN
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