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Nobel al reciclaje

Este Nobel es uno más en la serie que se ha otorgado a los sistemas biológicos de degradación y reciclaje. Si alguno de esos nobeles viviera hoy acá, no sería financiado.

Moisés Wasserman
El Nobel en Medicina y Fisiología fue para Yoshinori Ohsumi por su contribución al entendimiento de la autofagia. Eso, como se adivina, es comerse a uno mismo. Parecería que se tratara de alguna aberración o perversión. Pero no, es un fenómeno biológico de gran importancia.
Las células no son un bulto de genes y enzimas. Tienen estructuras complejas y compartimientos minúsculos (organelos), tan especializados como nuestros órganos. Uno de ellos sirve para la degradación de componentes propios y extraños, es decir, un órgano de reciclaje. En la biología, para la construcción, es indispensable un sistema organizado de destrucción, así como uno de muerte programada es necesario para la vida.
Ohsumi empezó a investigar el fenómeno en la levadura. Este organismo tiene células complejas, como las nuestras, con núcleo y organelos especializados, pero es mucho más pequeño y fácil de manipular en el laboratorio. Por su tamaño, era muy difícil detectar las vesículas autofágicas, entonces generó levaduras deficientes en algunas enzimas degradativas y luego las sometió a inanición. Muy pronto vio cómo se llenaban de vesículas. Pudo verlas porque se paraban sus procesos y no llegaban a destruirse.
Con ese mismo sistema y con paciencia, mutando un gen después de otro, logró en pocos años mostrar una cascada completa de procesos degradativos que suceden dentro del organelo. Pasó a las células humanas más complejas y encontró que el proceso era prácticamente el mismo.
Muchas cosas importantes dependen de ese reciclaje. Una obvia es la supervivencia en una situación de inanición o de estrés, consumiéndose en parte para asegurarles energía y materiales a las funciones primordiales. Otra es la destrucción de agentes infectantes. Pero también encontró que era un sistema para eliminar errores, estructuras defectuosas o las que se dañaban por efectos de la edad. Es decir, un sistema que contrarresta, en parte, los efectos del envejecimiento. Por eso, problemas en el reciclaje se han relacionado con enfermedades como el párkinson, la diabetes tipo II y el cáncer, que tienen que ver (de alguna forma) con errores no corregidos a tiempo.
Este Nobel es uno más en la serie que se ha otorgado a los sistemas biológicos de degradación y reciclaje. En 1974, Christian de Duve ganó el premio Nobel por la descripción del compartimiento llamado lisosoma, donde todo esto sucede. En el 2002, tres científicos lo ganaron por el fenómeno que llamaron apoptosis, o muerte celular programada, que resultó fundamental para el desarrollo del embrión. En el 2004, el premio Nobel de Química fue por la descripción de un sistema que marca en la célula las proteínas destinadas a ser degradadas.
Esos nobeles han marcado hitos en el conocimiento. Los recipiendarios han sido un belga, dos ingleses, dos americanos, dos israelíes y ahora un japonés; un esfuerzo verdaderamente global. Algún día se derivarán aplicaciones y se aliviarán males. Por el momento, enriquecen a la mayor empresa de nuestra especie: la ciencia.
Infortunadamente, en Colombia parece que estamos empeñados en excluir a nuestra gente de ese esfuerzo mundial. El financiamiento de la investigación llega a niveles cercanos a la extinción. Si alguno de esos nobeles viviera hoy acá, no sería financiado. La última convocatoria de Colciencias en ciencias básicas plantea como objetivo: “Fomentar la generación de conocimiento... que derive en productos con potencial de transferencia a diferentes grupos de interés”. Es decir: hagan ciencia básica, siempre y cuando sea aplicada. La experiencia de otros debería ser suficiente para convencernos de ese error. Pero seguimos empeñados en la mezcla confusa e inoperante que inventamos para nuestros sistemas de competitividad y de ciencia.
Moisés Wasserman
Moisés Wasserman
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