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Consultas y democracia

¿Cuál es el universo de votantes que hace a una consulta de estas auténticamente democrática?

Soy consciente de que plantear dudas acerca de la legitimidad democrática de las consultas populares sobre minería es de lo más impopular que uno puede hacer. Sin embargo, me resulta difícil pasar agachado.
En primer lugar, me pregunto cuál es el universo de votantes que hace a una consulta de estas auténticamente democrática: ¿los habitantes de la vereda?, ¿los del municipio?, ¿los del departamento?, ¿los de la Nación?
Las consultas son sobre un tema que nos afecta a todos. La disminución de regalías golpea los presupuestos de educación, de salud y de las vías que usan los campesinos para mercadear sus productos. No basta con decir que hay que reemplazarlas con otras fuentes si no las definimos en forma realista. La disponibilidad de insumos vitales también se puede ver afectada. Ya anunciaron una consulta contra explotaciones de arcilla. ¿Tendremos que importar ladrillos?
Al restringir el universo de los consultados se atiende solo a un pequeño grupo de interés, se induce en los municipios una falsa presunción de autosuficiencia y se corre el riesgo de fragmentar el país en cientos de municipios-Nación. Llegarán consultas para impedir el paso de oleoductos, de redes de conducción eléctrica, de torres de repetición de señales y de cualquier otra cosa que alguna comunidad considere indeseable.

Las consultas son sobreun tema que nos afecta a todos. La disminución de regalías golpea los presupuestos de educación, de la salud y de las vías que usan los campesinos para mercadear sus productos

Otra duda es sobre qué tan informadas están las consultas. Hasta este momento se han dado siete, y en todas el No obtuvo una mayoría superior al 97 por ciento. Eso es una anomalía en las sociedades humanas, y las anomalías hay que entenderlas porque esconden problemas. La explicación más obvia es que los ciudadanos no enfrentaban una opción real. Se les pidió que escogieran entre vida y muerte. Las argumentaciones contrarias se acallaron, presumiendo engaño y conspiraciones. No se ofreció la opción (en verdad realista) de una explotación controlada, sostenible y restauradora. Algunos líderes encontraron la oportunidad para que la comunidad los siguiera con entusiasmo. En las entrevistas televisadas se hizo evidente una presión sicológica de grupo: cada entrevistado quería mostrarse un poco más virtuoso que su vecino.
Me parece interesante recordar un caso internacional de participación democrática que se realizó con calidad y sensatez: las ‘conferencias de consenso’ danesas sobre introducción de innovaciones tecnológicas. El Parlamento danés organizó múltiples paneles, de 14 a 24 ciudadanos, para que hicieran recomendaciones sobre temas altamente polémicos. Los paneles fueron conformados por ciudadanos con distinto lugar de habitación, origen, nivel educativo, ocupación, formación, partido político, género y estrato social. Cada panel recibió ilustración profusa sobre el problema y exposiciones de expertos que sustentaban las distintas opiniones. Los temas no eran triviales ni por su impacto económico ni por sus implicaciones éticas. Se discutieron asuntos como la implementación de técnicas transgénicas, la utilización de la información genética de las personas, la vigilancia electrónica, las políticas de alimentación sostenible y otras igualmente sensibles para la sociedad y el ambiente.
En un primer consenso, el panel decidió las preguntas y en una segunda fase llegó a una recomendación. Todas las recomendaciones hicieron curso en el Parlamento; muchas fueron aceptadas y se convirtieron en ley; algunas, no.
Esas consultas son un buen ejemplo: se les hicieron a grupos muy diversos, se dio un amplio debate ciudadano, las recomendaciones surgieron de una ilustración profunda de los temas, fueron recibidas con atención por los parlamentarios y, finalmente, fueron ellos quienes decidieron, porque a ellos les corresponde decidir contemplando el mejor interés de la Nación, no el de un grupo.
MOISÉS WASSERMAN
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