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Colombia requiere un salto democrático

El miedo en las minorías privilegiadas se convierte en la esperanza para las mayorías necesitadas.

La presidencia de Gustavo Petro (dado el caso, período 2018-2022) representaría para Colombia un hito político en sus casi 200 años de vida republicana, dada su plataforma de gobierno, basada en un factor sencillo, pero determinante: el empoderamiento ciudadano de los derechos y su correlación integral con los deberes, es decir, consolidar los derechos asumiendo las capacidades propias.
Desde la primera Constitución Política de Colombia (la de Cúcuta en 1821), los caminos del país han estado sujetos a la dolorosa tensión entre cómo hacer riquezas desde la verticalidad del poder de los ‘elegidos’ y cómo ‘controlar’ la participación de las mayorías ciudadanas.
Sin embargo, a lo largo de estos dos siglos, nuestra nación ha visto emerger, aunque fugazmente, procesos de justicia social de gran calado, que representan verdaderos saltos democráticos en el devenir histórico: Murillo Toro (gobiernos, 1864-66 y 1872-74), Uribe Uribe (su gestión parlamentaria, 1904-1910), López Pumarejo (gobierno, 1934-38), Jorge Eliécer Gaitán (su rol como formador político, 1946-48), Luis Carlos Galán (su coherencia, 1986-89), la izquierda democrática de la UP, los acuerdos de paz de los 80 y la Constituyente de 1991.
Pero solo a partir de la Constitución nacional de 1991 el país entra en la modernidad política de un diálogo entre sí; reconociéndose, por primera vez, en una nación multiétnica y pluricultural… que la soberanía radica en el pueblo y que el interés colectivo está por encima del interés particular.

Colombia aún no ha logrado proyectar todo el alcance de la naturaleza participativa que contiene la Constitución Política de 1991.

No obstante, luego de 27 años, pasados siete períodos presidenciales, Colombia aún no ha logrado proyectar todo el alcance de la naturaleza participativa que contiene la Constitución Política de 1991. Sin detenernos en las razones o en las excusas de cada gobierno, lo cierto es que el país aún sigue presentando unos índices de desarrollo muy inferiores al promedio mundial (números vergonzantes en educación, nutrición infantil y medioambiente, y señalamientos en materia de Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario).
Hoy, en la implementación de un nuevo acuerdo de paz, requerimos de un gobierno de vanguardia que nos permita recuperar terreno en el espacio de la inclusión social; en otras palabras, que construyamos un salto democrático que nos impulse, como país, hacia un proceso real participativo y nos conduzca a instalarnos en la dimensión socio-política-ambiental del siglo XXI, en la que hace ya un buen tiempo están interactuando algunos países del norte de Europa y del Oriente.
Pero ¿en qué consiste la sustancia de este salto? Simple: consiste en lograr un diálogo nacional que construya una ciudadanía soberana, dotada de herramientas del saber y de mecanismos de decisión. Entonces, ¿esto a quién le puede producir miedo? Está claro: a la dirigencia del poder político-económico, llena de privilegios, que no desea que las próximas decisiones, con respecto al presupuesto público y a la distribución de las riquezas, se tomen en colectividad o se discutan en público; es decir, es miedo a la profundización de la democracia.
Pero el miedo que se despierta en las minorías privilegiadas de este país se convierte en la esperanza para las mayorías necesitadas. En el gobierno de la Colombia Humana se activaría el eje de la democracia directa: 1) el desarrollo de la conciencia colectiva vinculante (esto es un proceso educativo funcional en la defensa y promoción de los derechos fundamentales y su correlación con los deberes); 2) la implementación institucional de los derechos (la inclusión social desde las capacidades de uno mismo. Lo ético como eje social); 3) la participación ciudadana en la toma de decisiones (la ciudadanía organizada como ente correctivo, coadministrador y propositivo en los niveles local, regional y nacional).
Colombia requiere, con urgencia, dar un salto cualitativo en democracia, el cual nos permita alejarnos del círculo vicioso del feudalismo moderno, que promueve la libertad sin responsabilidad para que unos pocos sigan multiplicando sus riquezas encima de la pobreza de las mayorías.
MIGUELÁNGEL EPEEYÜI LÓPEZ-H.
amerindia@hotmail.com
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