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Rusia está a 90 minutos

No nos jugamos una ruleta rusa. Nos jugamos la clasificación, y tenemos cómo ganar en Lima.

Luis Noé Ochoa
El jueves, el país estaba vestido de amarillo Colombia. No se hablaba más que del partido de la Selección en Barranquilla. Nos sentíamos ya en el Mundial de Rusia 2018. Bastaba ganar en casa contra Paraguay. Pero salió aquello del pesimista: ‘nos faltan cinco para el peso’, ‘se nos quema el pan en la puerta del horno’, ‘hay que esperar lo peor’, ‘matamos el tigre y nos asustamos con el cuero’.
Después de que el ‘Tigre’, tras pase al vacío de Chará, a los 34 minutos del segundo tiempo, con un golazo había matado la angustia y los nervios del estadio y de todo el país, la Selección se asustó con el cuero e increíblemente, en seis minutos, ¡erdaaa!, como dicen en la Costa, Paraguay nos aguó la fiesta y nos sacó del bolsillo la clasificación.
Ya nos imaginábamos de abrigo y guantes en la tierra de las bellas Sharapova y Kournikova. O desde aquí, en la tierra de Vladimir, no Putin, como está este país, sino de Vladimir Hernández. Y ya pensábamos en Jameslav, en Ospinakov o en Falkaovsky. Ya hablábamos ruso. Alguien dijo que gol en ruso se dice tsel. Pero tristeza se dice ‘pechal’.

Perdimos porque no sabemos cuidar los resultados, dijo un experto. Tal vez por eso ya habíamos sufrido una tristeza como la del jueves, pues, después de firmar la paz

Y, aunque es ‘pechal’ pa’lante, nos bajaron del avión y nos devolvieron a sala de espera. Pero pongámosle fe: ¡vamos a Rusia! Eso sí, puede que para el Mundial ya hayan levantado la huelga de Avianca. Fue un mazazo. Ver a los costeños silenciosos –ellos, que hacen fiesta hasta en la fila de la confesión– expresaba lo que nos acababa de suceder. Estábamos en la gloria, habíamos hecho el gol que nos ponía en Moscú; se comentaba, entre risas, que haríamos otro gol de ‘chateo’, o sea, de toque Chará-Teo; nos habíamos abrazado hasta con los uribistas –y en sano juicio para más mérito–, pero dos errores en defensa, en especial de Ospina, quien ha sido héroe y es humano, aguaron la fiesta y los ojos. Y quedamos pateando el viento para meterle un gol a la desgracia.
Perdimos porque no sabemos cuidar los resultados, dijo un experto. Tal vez por eso ya habíamos sufrido una tristeza como la del jueves, pues, después de firmar la paz con las Farc, por no saber cuidar los resultados nos dio por hacer un referendo que se perdió por una salida en falso de los que llevan la camiseta del odio.
Cuando pierde la Selección duele, por el sentido de patria, de nacionalismo, de amor a una camiseta, a una bandera; por cariño a la Selección, que es de todos, como los nevados: una parte del país. Es como una derrota de los hijos vestidos de tricolor. Además, porque sus triunfos son de lo poco que une a esta sociedad golpeada; son, como dijo un lector de este diario, un “remanso espiritual”. Es lo que nos hace olvidar, así sea por un día, las angustias, la politiquería, la corrupción y sus nefastos personajes, que –ellos sí– avergüenzan el país.
Como pasamos del amor al odio con facilidad, y la ingratitud a veces también sale a la cancha, no vayamos a olvidar lo que hizo esta selección en el Mundial de Brasil. Ni nos ‘bajoniemos’ en la vida cotidiana, como dicen los muchachos, o sea.
David Ospina, usted sigue siendo un gran arquero. En la adversidad, los colombianos nos sabemos crecer. Colombia es una gran visitante. Así que la ilusión ondea en lo más alto. Con lo que haya que corregir, usted y los demás salgan renovados en Lima a mostrar nuestra raza, nuestro coraje y todo el fútbol y la experiencia que tienen, con toque seguro, con orgullo y sin complejos. ¡Y tsel, tsel de Colombia! No nos jugamos una ruleta rusa. Nos jugamos la clasificación, y tenemos cómo ganar. No olviden que el Papa dijo que no nos podemos dejar robar la esperanza y la alegría. Rusia está a 90 minutos. De antemano, gracias. ‘Vamo a calmarno’. Y ¡ánimo, carajo!
LUIS NOÉ OCHOA
luioch@eltiempo.com
Luis Noé Ochoa
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