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La ONU en el baile

Este acuerdo de paz es lo mejor que le está pasando a nuestro país en más de 50 años. Si hay un traspié, un pasito pa'lante, un pasito p'atrás, se retoma el ritmo.

Es más difícil hacer la paz que la guerra. A veces parece haber más guerreristas que pacifistas. La tormenta de esta semana fue el baile de tres observadores de la ONU con guerrilleras de las Farc en Conejo, La Guajira, durante la fiesta del 31 de diciembre.
Ya algunos opositores quieren poner en duda la imparcialidad de la ONU en el proceso. Es verdad que los observadores del cese de hostilidades son eso y tienen que ser prudentes e imparciales, es decir, no entrar al baile; el Gobierno protestó, y la ONU de inmediato reconoció y le bajó el volumen al afirmar que fue un “comportamiento inapropiado”, y retiró a los verificadores y a su jefe. Hasta ahí debería ir el traspié, uno más de un proceso que, como todos los de paz en el mundo, van siempre a pasito tun tun.
Pero no es para armar una tormenta en un vaso de chicha. Calma. El estado mayor del bloque ‘Martín Caballero’, exagerado también, dijo que retiraba su componente de verificación y monitoreo de esa zona. Lo cual significa que se pone en riesgo ese punto de agrupamiento si se llegase a presentar algún incidente no a ritmo de vallenato o de salsa, sino de ‘metrálica’.
Fue un error humano e individual y debe servir de lección, mas no pone en peligro el proceso. Y fue de cuatro personas entre las 400 que integran la ONU. Además, hay que imaginar a los miembros parados ante unas guerrilleras de frente 36 invitándolos a tirar paso al compás de 'Tú eres la reina'. Pues lo natural es que se dijeran “la negra tiene tumbao” y se lanzaran a verificar qué tan revolucionario era el movimiento. Y seguramente, entre vallenato y salsa, sonaron 'Mi primera cana' –no al aire–, de Diomedes Díaz, y otras, en todo caso, mejores que los 14 cañonazos que las Farc hacían retumbar hace unos años.
Los guerreristas, como son, a ritmo de marcha fúnebre, alegarán que allí se oyeron canciones inapropiadas para miembros de la ONU como 'Rebelión', del grande Joe Arroyo, o 'Vamos pa’l monte', de Eddie Palmieri, o 'La agarro bajando', de Gilberto Santa Rosa. Como no aceptan nada, dirán que es impropio, pues un miembro de la ONU no puede agarrar bajando a una guerrillera. Claro, tampoco quieren que Santos le cante a la paz 'La quiero a morir', sino que, soberbios, le dedican 'Llorarás', de Óscar D’León.
Hay que admitir que los de la ONU se debieron mantener a distancia. O sea, no bailar pegados, no tomar de las manos a las guerrilleras, pues es dar papaya para que los guerreristas armen fiesta.
La ONU, las Farc y el Gobierno deben bajarle decibeles al incidente. Y todos los colombianos, mirar otros problemas puntuales. En eso sí ser observadores y colaboradores. Por ejemplo la logística, que no vaya a fallar. En esto el Gobierno, al que le toca bailar con la más fea –y no pienso en la oposición–, debe apurar el paso. Hay que arreglar vías, construir los 19 campamentos a todo timbal, llevar agua potable. Y no solo a los campamentos. Agüita para mi gente de La Guajira, digamos. Todos debemos estar atentos a que entreguen las armas, a que no haya coca en las zonas, a que las Farc cumplan, y les cumplan. Atentos a que las zonas dejadas por esta guerrilla no sean copadas por otros grupos: sería cambiar viruela por peste.
Este acuerdo de paz es lo mejor que le está pasando a nuestro país en más de 50 años y tiene que ser un hecho. Que las Farc dejen las armas, que acepten justicia, que les permitan trabajar a miles de campesinos y que el Gobierno les haya aplicado el adelgazante ‘Reduce Farc Farc’ son logros enormes. Los 50 de Juan Manuelito. Si hay un traspié, un pasito pa’lante, un pasito p’atrás, se retoma el ritmo. Esa es la meta. Y la ONU es parte de este baile.
Luis Noé Ochoa
luioch@eltiempo.com
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