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Y harán trizas la Corte Constitucional

La idea de una supercorte se avala en justificaciones totalmente débiles.

El surgimiento de las cortes constitucionales modernas no fue casual. Nacieron en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, con el objeto de defender la democracia y evitar la concentración de poderes de las épocas de Mussolini, Hitler, Franco o Salazar, que llevaron al mundo a la hecatombe. Italia en 1947, Alemania en 1949 y Francia en 1959 fueron los primeros Estados en crear estos tribunales, a los cuales siguieron posteriormente Portugal en 1976 y España en 1978, una vez pudieron salir del yugo de dictadores como Francisco Franco y Marcelo Caetano.
La existencia de cortes constitucionales ha sido reconocida en todo el mundo como un gran avance de la democracia. Por ello llama la atención que en pleno siglo XXI, algunos candidatos propongan destruirla para retroceder 30 años de avances en el reconocimiento de derechos fundamentales y reemplazarla por una dudosa supercorte confeccionada a la medida de sus creadores.
En Colombia, la Corte Constitucional ha sido la principal defensora de la Constitución de 1991 ante quienes han querido hacerla trizas. En este campo, su principal aporte fue haber impedido una tercera reelección, lo que le hizo ganar el odio de quienes hoy quieren destruirla. Sin la Corte Constitucional tendríamos presidentes por 16 o 20 años, tal como sucede en países tan ‘democráticos’ como Venezuela o Bolivia. Por cierto, en Venezuela no existe Corte Constitucional, sino una Corte Suprema elegida a dedo por Maduro, quien revocó hace unos años las cortes porque no le gustaban sus magistrados.
Gracias a la Corte Constitucional, también pudimos superar décadas de estados de sitio que les permitían a los presidentes tomar cualquier decisión por decreto, sin ningún control judicial efectivo. Gracias a la Corte Constitucional se acabó este sistema, pues una de sus funciones es realizar un férreo control de la declaratoria de un estado de excepción y de todas las normas expedidas en desarrollo de este.
En todo caso, el mayor aporte de la Corte Constitucional ha sido democratizar la justicia, pues a ella le debemos, entre otras cosas: la consolidación de la acción de tutela; el reconocimiento del carácter fundamental del derecho a la salud ante las desigualdades creadas por la Ley 100 de 1993; la defensa inquebrantable de la libertad de expresión, el libre desarrollo de la personalidad y la libertad religiosa; la tutela de nuevos derechos, como el medioambiente; y la protección de la población vulnerable, como los desplazados, las víctimas, las mujeres embarazadas.
La idea de una supercorte se avala en justificaciones totalmente débiles. Primero se cita el choque de trenes, cuando hace años no oímos hablar de ello y, aun si quisiéramos, para evitarlo sería suficiente con modificar el procedimiento de la tutela contra sentencias. Luego se dice que en Estados Unidos hay una sola corte, pero mucho ojo, la Suprema Corte de ese país tiene como principal objeto la tutela de la Constitución, pues al ser un Estado federal los asuntos jurisdiccionales ordinarios son decididos por los tribunales estatales. También se dice que se ahorrarían recursos, lo cual no es cierto, pues con la congestión judicial que existe en las altas cortes no sería posible recortar el número de magistrados.
Es cierto que la Corte Constitucional, como todo tribunal, ha tenido inconvenientes en su funcionamiento. Sin embargo, para solucionar estos problemas pueden hacerse reformas puntuales como quitarle sus facultades electorales y hacerla más eficiente. Destruir la Corte que durante más de 25 años ha sido el principal motor de la defensa de los derechos de los ciudadanos sería el peor error jurídico de nuestra historia y nos haría retroceder en décadas de avance democrático. ¿Queremos eso para Colombia? La inexperiencia no puede ser sinónimo de obediencia, eso sería una receta catastrófica para el país.
LUIS FELIPE HENAO
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