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Con esperanzas se refrenda el acuerdo de paz

Hacer política con votos, no con balas, es lo que negocian, en el mundo entero, los alzados en armas cuando ofrecen dejarlas y así dejar de delinquir.

Lucy Nieto de Samper
Después de agotadoras jornadas en La Habana para estudiar las objeciones y los intereses de quienes ganaron el plebiscito, los negociadores del Gobierno concertaron con los negociadores de las Farc la modificación de 56 de los 57 artículos cuestionados, o incompletos, o a veces mal interpretados y procedieron a ampliarlos, a complementarlos, a detallarlos, a explicarlos mejor. No obstante, los objetantes no quedaron satisfechos. Tampoco atendieron la invitación a dialogar propuesta por el Gobierno. Trataron, sí, de ir a La Habana, para hablar con las Farc, pero estas no aceptaron. Entonces, para salirse con la suya, los vencedores del No resultaron con nuevas exigencias para dilatar así la anunciada refrendación del nuevo acuerdo.
Por su parte, el jefe negociador, Humberto de la Calle, les recordó a los inconformes que en La Habana se estudiaron todas sus propuestas. Que modificadas, de acuerdo con las exigencias de los vencedores del No, el 80 por ciento de esas propuestas fueron acogidas y explicadas, para que no quedaran dudas sobre propiedad, familia, religión, etc. Y que hasta ahí llegaban. No obstante, “quienes siguen fungiendo de propietarios de los 6 millones de votos del No”, como escribió Antonio Caballero en Semana, intensificaron sus ataques contra el Gobierno y desencamando nuevas inconformidades, se propusieron impedir cualquier arreglo con las Farc.
El país lo supo, lo reconoció y no necesita que, vía TV, le recuerden que el No ganó el plebiscito por unos 55.000 votos. Lo que no han dicho los derrotados promotores del Sí, y deberían decirlo, es que los 6’361.762 votantes que perdimos el plebiscito, al día siguiente nos multiplicamos. Pues millones de jóvenes y millones de ciudadanos que habitualmente no votan respaldaron el Sí, saliendo a las plazas de todas las ciudades a gritar “Sí a la paz”, cuanto antes. Esto significa que la mayoría del país sí quiere que la guerra termine ya. Sí quiere que empiece a correr el tiempo para que 8.000, 9.000 o 10.000 guerrilleros, hoy de brazo caído, dejen las armas para siempre y puedan integrarse a la sociedad, e iniciar una vida honesta y productiva.
Hacer política con votos, no con balas, es lo que negocian, en el mundo entero, los alzados en armas cuando ofrecen dejarlas y así dejar de delinquir. Solución que no aceptan los empoderados del No, a menos que los culpables pasen 20 años tras las rejas. Sorprende que cuando el jefe del No tuvo la sartén por el mango, esa solución la consideró viable. Hoy, por no ser el mandamás, a todo se opone. Su egolatría le impide aceptar que otros hagan lo que en su momento él no pudo hacer.
Mientras casi todo el país le apuesta a la paz y celebra que el presidente Santos haya firmado con las Farc un acuerdo final de paz, cumpliendo así con el mandato que le dio el pueblo al reelegirlo en el 2014, da dolor y vergüenza ver que el jefe del No y sus seguidores anden en campaña contra el acuerdo de paz, se revelen en el Congreso, propongan cerrarlo y hasta sugieran adelantar las elecciones. Parece cosa de locos.
Ante semejante descontrol, cómo les convendría analizar, meditar, imitar el ejemplo de Nelson Mandela, quien, al dejar atrás 27 años de cárcel por haber combatido contra el apartheid y a un paso de asumir la presidencia de su país, le dijo a Hillary Clinton y ella lo cuenta en su libro 'Living History': “Cuando salía por la puerta que me llevaría a la libertad, yo sabía que si no dejaba atrás mis resentimientos y mis odios, siempre sería su prisionero”.
Lucy Nieto de Samper
lucynietods@gmail.com
Lucy Nieto de Samper
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