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Adopción

En la vida real esa familia ideal muchas veces no se da. En cambio, abundan los niños maltratados, violados, echados de la casa por sus propios padres. Y la solución a esas tragedias ha sido la adopción.

Lucy Nieto de Samper
Adoptar un niño es asumir una de las responsabilidades más generosas, satisfactorias y admirables. Porque además de llenar un vacío en la propia vida y de colmar una ilusión, permite sentir la alegría de poder darle hogar, amor y protección a un niño abandonado, sacarlo de un asilo, asegurarle un futuro digno a un niño que nada tuvo, o todo lo ha perdido.
Antes de que el presidente Carlos Lleras creara el Instituto de Bienestar Familiar (ICBF), para atender las necesidades de las familias, María López de Escobar, hija del presidente Alfonso López Pumarejo, había fundado la Casa de la Madre y el Niño, hoy dirigida por su hija Bárbara Escobar, primera fundación dedicada a acoger niños desamparados y a encontrarles hogar.
Con el tiempo y con la explosión demográfica, el problema de la niñez abandonada se multiplicó, y por eso hay tantas casas de adopción que preocupan por resolver el problema de los niños sin hogar.
Este recuento viene al caso, tanto para señalar los problemas de la niñez desamparada como para destacar la importancia que tiene solucionar, caso por caso, por medio de la adopción. Para comenzar, basta observar todos los días, en la TV, la publicidad del ICBF: aparecen caritas de niños de todas las edades y de distintas regiones de Colombia, la mayoría hijos de “padre desconocido”, buscando a esos padres que nunca llegan, porque esos padres abandonaron a esos hijos. Entonces, lo que esos niños buscan y necesitan es que alguien los adopte.
Yo conozco mujeres solas y hombres solos, matrimonios tradicionales y matrimonios homosexuales, que han adoptado niños abandonados, y todos viven felices. Desde luego, nadie niega que lo mejor, lo ideal, es que los niños tengan papá y mamá, ambos dignos del papel que desempeñan. Pero resulta que en la vida real esa fórmula ideal muchas veces no se da. En cambio, abundan los niños maltratados, violados, echados de la casa por sus propios padres. Y la solución a esas tragedias ha sido la adopción.
Pero resulta que a la senadora Viviane Morales y al pastor cristiano Carlos Alonso Lucio se les metió en la cabeza –unos dicen que por homofóbicos, otros dicen que por política– que en Colombia solo pueden adoptar parejas de hombre y mujer heterosexuales. De una, ellos le niegan el derecho de adopción al resto del género humano: solteros y solteras, viudos y viudas, divorciados y divorciadas, separados y separadas, abuelos y abuelas, tías y tíos, quienes, a lo largo de los años, han adoptado miles de niños huérfanos, o abandonados.
No obstante, senadora y pastor desconocen esas realidades. E intentan atropellar la sentencia de la Corte Constitucional que le dio vía libre a la adopción igualitaria, que no tiene ningún peligro.
El magistrado Jorge Iván Palacio, en la ponencia que motivó la sentencia de la Corte, dice: “La adopción por personas de orientación sexual diversa, en general, y por personas del mismo sexo, en particular, no afecta por sí misma el interés superior del menor, ni compromete de manera negativa su salud física y mental y su desarrollo integral”.
Sorprende que la senadora, dizque liberal, patrocine propuestas tan antiliberales como coartar los derechos de las minorías, someter a referendo derechos fundamentales, pretender que las mayorías decidan sobre los derechos de las minorías.
Vergonzoso, además, que el senador Varón Cotrino, de Cambio Radical, haya decidido, con su voto, las pretensiones de la senadora. Queda la esperanza de que senadores, liberales de verdad, dejen a Viviane Morales y al pastor con los crespos hechos.
Lucy Nieto de Samper
lucynietods@gmail.com
Lucy Nieto de Samper
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