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‘Aquí no puede pasar’

Comenzará otra campaña electoral y el populismo será el arma para disuadir a los votantes.

Desde ultratumba, en los Estados Unidos está resonando el llamado de alerta de Sinclair Lewis, el escritor que interpretó hace más de 80 años el temor de que el ascendente totalitarismo en Italia y Alemania se pudiera contagiar a su país.
Aquí no puede pasar, fue el título que escogió Lewis para transmitir su advertencia a un país que sufría las consecuencias de la crisis económica de 1929 y era presa de demagogos y populistas a pesar del enorme esfuerzo que encabezaba Franklin Delano Roosevelt para sacarlo de la Gran Depresión.
Cinco años atrás, Lewis se había convertido en el primer escritor estadounidense en recibir el Premio Nobel de Literatura cuando publicó, en 1935, su quinta novela, en la que imaginó el escenario de los Estados Unidos bajo una dictadura fascista.
La novela fue un éxito inmediato. Su protagonista es Berzelius Windrip, un presidente elegido democráticamente que se convierte en dictador y mientras se disfraza tras una retórica patriotera impone el terror, envía a sus adversarios a campos de concentración y persigue con especial sevicia al héroe de la novela, Doremus Jessup, un periodista liberal independiente que se enfrenta al régimen.
Los ingredientes ficticios del relato son reforzados por los de la realidad cuando Jessup denuncia al Ku Klux Klan y a los políticos racistas de la época, como Huey Long, el tristemente célebre gobernador de Luisiana que ganó popularidad con la promesa de volver ricos a todos los estadounidenses. Muchos vieron retratado a Long, por su lenguaje populista y sus pretensiones totalitarias, en la figura ficticia del dictador Windrip.
Ahora también son muchos los que están encontrando semejanzas entre el cuadro perturbador imaginado por Lewis y el populismo de Trump. El libro que en los años 30 del siglo pasado se vendió como pan en EE. UU. porque tocó las fibras más sensibles de un país atemorizado por los fantasmas de Hitler y Mussolini ha vuelto a ser impreso y se está convirtiendo nuevamente en un best seller. En las principales librerías de Washington, Nueva York y otras ciudades es fácil encontrarlo entre las últimas novedades literarias.
No es de extrañar, pues aunque las circunstancias son distintas a las que antecedieron a la Segunda Guerra Mundial, el ambiente que se vive hoy en EE. UU. es propicio para el crecimiento de los extremismos, sobre todo el de derecha.
El Ku Klux Klan parece listo a lucir otra vez sus capuchones y si el fascismo no se ha instalado formalmente en la Casa Blanca, las acciones de su ocupante favorecen la mentalidad de amplios sectores de la población cuya visión del mundo es campo fértil para el totalitarismo.
Una de las últimas acciones de Trump, la de despedir de manera fulminante al director del FBI, James Comey, en medio de la investigación que este venía dirigiendo sobre las sospechosas conexiones del entorno presidencial con funcionarios del Gobierno ruso durante y después de la reciente campaña presidencial estadounidense, ha prendido las alarmas porque recuerda los vanos intentos que hace 40 años hizo Richard Nixon para obstruir la justicia, con el funesto resultado para él que todos conocemos.
Los colombianos haríamos bien en preguntarnos si la advertencia que hizo Lewis a sus compatriotas hace ocho décadas no es pertinente también aquí. Pronto comenzará otra campaña electoral y el populismo, antesala del totalitarismo, será el arma para disuadir a los votantes. Todavía no sabemos quién será nuestro Trump. Pero ya vendrá y ofrecerá acabar con la pobreza y el desempleo. La única promesa que tal vez no se atreva a hacer, como el dictador de Lewis, es que volverá a todos ricos sin trabajar.
LEOPOLDO VILLAR BORDA
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