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La Tierra plana

Las proezas argumentativas del ‘uribismo’ evocan aquellas de la Sociedad de la Tierra Plana.

Laura Gil
Los hechos nos ponen a prueba, y todos estamos en un permanente diálogo con la realidad para incorporarla a nuestro universo de convicciones, creencias y opiniones. Unos tienen la tarea más difícil que otros.
Imaginen que Álvaro Uribe hubiese hecho un llamado a la unidad de los colombianos en solidaridad con las víctimas del centro Andino y fantaseen con la imagen del expresidente, en las puertas del centro comercial, anunciando la conformación de un frente unido en respuesta al acto terrorista. Quienes han condenado la mezquindad del Centro Democrático se habrían visto obligados a cuestionar este juicio.
No fue necesario. El jefe político pareció responsabilizar al presidente Santos cuando, minutos después de la bomba, publicó: “En lugar del mal ejemplo de impunidad, Colombia necesita autoridad”. Varios de sus congresistas fueron más allá, y uno hasta aprovechó para promover una acción ilegal. “El atentado del centro Andino debe despertarnos. No podemos esperar que haya elecciones; hay que sacar al Presidente del terrorismo ya”, escribió el representante Álvaro Prada.
Nada en el pronunciamiento de Álvaro Uribe, ni en los demás de sus copartidarios, hizo necesario un replanteamiento del veredicto de mezquindad. Miren ahora el dilema de ellos. Los hechos siguen jugando a favor del proceso de paz, y el Centro Democrático se encuentra en la incómoda posición de acomodarlos y reacomodarlos para continuar denigrando de un proceso que cada día muestra logros más relevantes.

Imaginen que Álvaro Uribe hubiese hecho un llamado a la unidad de los colombianos en solidaridad con las víctimas del centro Andino

“Las más violentas revoluciones en las creencias de un individuo dejan en pie la mayor parte del antiguo orden... Una nueva verdad es siempre un suavizador de transiciones. La antigua opinión concordará con el nuevo hecho a condición de mostrar un mínimo de conmoción y un máximo de continuidad”, escribió William James, filósofo y psicólogo estadounidense de fines del siglo XIX, en El significado del pragmatismo.
Nada mejor para describir el proceso mental del ‘uribismo’. Primero dijeron que las Farc no firmarían porque solo querían alargar la negociación para conseguir ventaja militar, y estas terminaron estampando su rúbrica en el acuerdo; luego insistieron en que las Farc no respetaban el cese bilateral y, cuando el No ganó y su vigencia se vio en riesgo, reconocieron las ganancias humanitarias; más tarde afirmaron que las Farc no se concentrarían y, a pesar de las dificultades logísticas, lo hicieron; después aseguraron que las Farc no entregarían las armas, y hoy Naciones Unidas tiene el 60 % de ellas e inició la recolección del 40 % restante; ahora advierten que las Farc no entregarán los bienes.
¿Qué predicción se avecina? Esta progresión supera el sano escepticismo y se convierte en una serie de malabarismos arreglados para aferrarse a la premisa inicial de rechazo al proceso de paz.
William James no se equivocó. “El individuo posee ya una provisión de viejas opiniones, pero se encuentra con una nueva experiencia que las pone a prueba... El resultado es una íntima molestia... de la que intenta escapar modificando sus opiniones previas. Salvará de ellas cuanto pueda, pues en cuestiones de creencias somos todos conservadores. Tratará de cambiar primero esta opinión, luego aquella, hasta que finalmente surja alguna nueva idea que él pueda injertar en su vieja provisión con un mínimo de trastorno para esta”.
Las proezas argumentativas del ‘uribismo’ evocan aquellas de la Sociedad de la Tierra Plana, que todavía intenta desmentir las fotos que la muestran redonda. Ni la Tierra es plana ni el proceso de paz, un fracaso.
LAURA GIL
Laura Gil
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