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No creer en las redes sociales

La vida de Gianlucca Vacchi resultó ser una mentira que muchos estuvimos dispuestos a creer.

¿También ha sentido que en Facebook o Instagram todos son más felices que usted? ¿Ha quedado, como yo, sorprendido de que algunos amigos suyos parece que pasan su vida en vacaciones o viviendo en un idílico mundo de almuerzos, cenas y reuniones en los que todos los presentes tienen siempre una sonrisa de oreja a oreja? ¿Ha dejado de seguir a algún amigo en sus redes sociales solo para no volver a sentir ese agobio que genera el saber que su vida no es tan perfecta como la de los demás?
Si ha respondido positivamente a una o varias de las preguntas anteriores, le doy la bienvenida al club del síndrome Ariadna Gutiérrez. Un nuevo malestar que surge cuando se termina siendo víctima de las redes sociales y de aquellos espejismos que se vislumbran minuto a minuto a través de las pantallas de los celulares y de los computadores. Lamentablemente, ese síndrome va cogiendo más fuerza, pues a cada segundo son más los que deciden ver el mundo a través de esa angosta mirilla, que solo ofrece visiones parciales o, a veces, falsas de la realidad.
La desgracia financiera que padece el ahora ‘novio’ o ‘enamorado’ de la ex señorita Colombia, Gianlucca Vacchi, es el mejor ejemplo de la manera en que las redes sociales se convirtieron en un gran espacio para compartir nuestra vida, pero también para hacer creer algo que no somos y que, tal vez, estamos lejos de ser.
En el caso de Vacchi, a quien hasta hace una semana los medios llamaban “el multimillonario italiano que baila y sorprende por su cuerpo”, la verdadera sorpresa llegó con el embargo de sus bienes por parte de los bancos, hecho que dejó en evidencia la gran farsa que tenía montada en su Instagram subiendo fotos y videos de una vida de ensueño que en realidad le proveían sus amigos (esos sí multimillonarios) y sus tarjetas de crédito (con sus multideudas). Vacchi, como muchas de las cosas que vemos en las redes sociales, resultó ser una mentira que muchos estuvimos dispuestos a creer.

Bienvenido al club del síndrome Ariadna Gutiérrez. Un nuevo malestar que surge cuando se termina siendo víctima de las redes sociales

No en vano, en la génesis misma de Instagram estaba el concepto de tomar fotos a las que les podían añadir unos filtros que daban la impresión de que las imágenes eran tomadas por un profesional. Desde entonces, todo el mundo cree ser el nuevo Henri Cartier-Bresson o la heredera de Annie Leibowitz. ¡Pero no! Un filtro digital no lo hace a usted mejor fotógrafo, ni le convierte en un artista en un dos por tres.
Pero ese es apenas el primero de los engaños de las redes. Luego vienen las sonrisas forzadas, los videos de bailes, los insoportables boomerangs, que, de manera infinita, como un rollo de película sin fin, nos dejan ver supuestas vidas felices y momentos perfectos que parecen reservados a los demás.
¿En qué nos cambió la vida el señor Vacchi? Nada. En cambio, todos los que decidieron seguir sus cuentas en las redes sí se la cambiaron convirtiéndolo en un perfecto vehículo del mercadeo de lo inútil. Tan inútil como sus hoy vacías cuentas bancarias.
Y este es el caso que debe servirnos de ejemplo: si Vacchi logró hacernos creer tales cosas de su vida, ¿qué no podrán hacer con nosotros los políticos, expertos en medias verdades?
Antes decíamos que el papel todo lo podía. Ahora debemos actualizar el viejo refrán y decir que las redes todo lo pueden con el riesgo que esto implica. De ahí que tenga sentido unirnos al llamado que Camila Zuluaga hace para decir que en las redes #NoComoCuento. Vacchi es un personaje inocuo, pero qué filtro nos pondrán los políticos en sus redes para hacernos creer que son mejores que nosotros.
* * * *
#PreguntaSuelta: ¿no son unos genios los señores mercadotecnistas de los supermercados que ya venden el kit papal, con camiseta y gorra oficial de la visita del pontífice?
JUAN PABLO CALVÁS
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