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Justos por pecadores

Contrastan los efectos de Odebrecht cuando se revisan los proyectos que hoy se ejecutan en el país.

Resulta paradójico que justo hoy, cuando el desarrollo de la infraestructura nacional comienza a tomar vuelo, los tentáculos de Odebrecht se hayan asomado sobre algunas obras estratégicas. Pero es más difícil entender el hecho de que un lunar negro como este –oscuro, sin duda, pero a fin de cuentas aislado– se haya convertido en coto de caza para contaminar injustamente el buen nombre de la ingeniería y, de paso, el de las firmas locales que ejecutan centenares de obras civiles, dignas de exhibir en cualquier parte del mundo. Es aventurado, entonces, como han tratado de hacer algunos, mezclar dentro del mismo saco a los unos y los otros.
Es cierto: el fenómeno Odebrecht se constituye en un duro revés para el futuro del tramo II de la Ruta del Sol y la suerte del proyecto que pretende garantizar la navegabilidad del río Magdalena; pero también es una verdad irrefutable que el Gobierno ha sabido actuar con tino para capotear la situación. En buena hora anunció la liquidación del contrato de la carretera en mención, así como la apertura de nuevas licitaciones para no dejar morir las obras. Ello es una muestra de que, ante las circunstancias adversas, las entidades del sector han convertido las contrariedades en oportunas soluciones.
Y si de asuntos oportunos se trata, qué mejor coyuntura que esta para decir, sin ambages, que, más allá de Odebrecht, el país seguirá por la senda del progreso en materia de infraestructura. La locomotora continuará su buena marcha. Y no es para menos. En frente del camino aparece la revolucionaria tarea de invertir cerca de 70 billones de pesos en carreteras, puertos, aeropuertos y vías férreas. Una cifra única en la región y una empresa que años atrás habría sido difícil de imaginar.
En solo 4G, por hablar de un caso en boga, las inversiones bordean los 40 billones. Monto suficiente para entregar, al cabo de unos años, 31 carreteras. Todas ellas ceñidas a los más altos estándares de calidad. Pero hay un detalle adicional: cada una fue adjudicada con total transparencia. Así lo confirma el hecho de que, hoy por hoy, la responsabilidad de poner en marcha las 4G recaiga sobre 76 firmas nacionales y una veintena de extranjeras, serias y honestas todas ellas.
Pero las cosas no se limitan a cuestión de simples anuncios. Los avances ya saltan a la vista. A estas alturas, 17 obras de las 4G iniciaron etapa de construcción y ocho proyectos cuentan con cierre financiero definitivo, lo cual equivale a 11 billones. En otras palabras, ello representa el 30 por ciento del valor total del programa. Todo lo anterior, para dotar a nuestro aparato productivo de una infraestructura a la vanguardia.
Contrastan, sin duda, los efectos de la controvertida multinacional brasileña cuando se revisa en detalle buena parte de los proyectos que hoy se ejecutan cabalmente en todo el país.
El túnel de Oriente, en Antioquia, es un botón para la muestra. Todos los días, la obra avanza 14 metros para lograr su objetivo de dejar a menos de 20 minutos el valle de Aburrá del aeropuerto José María Córdova. Muy similar es lo que ocurre con la construcción del puente Pumarejo: hoy, su avance supera el 23 por ciento. Ni hablar de los pasos agigantados que viene dando el viaducto sobre la ciénaga de la Virgen, en las afueras de Cartagena, el cual promete convertirse en el más moderno de Latinoamérica.
En fin, el listado de obras que marchan bien es tan robusto como atractivo. En silencio, sin mayores aspavientos, cientos de compañías nacionales entregan lo mejor de ellas para contribuir a hacer de Colombia un país mucho más competitivo. Así, pues, llegó el momento de mirar hacia adelante con optimismo, sin doblar, claro está, la página de las investigaciones respectivas para sancionar a los corruptos.
JUAN MARTÍN CAICEDO FERRER
* Presidente Ejecutivo de la Cámara Colombiana de la Infraestructura
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