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Las mejores frases de Francisco

Basta una persona buena para que haya esperanza, y esa persona buena puede ser cada uno de ustedes.

Juan Lozano
Que el Papa no necesita intérpretes lo dijo clarito el nuncio Ettore Balestrero, a quien tanto se le debe por el éxito de la visita del santo padre. Por eso, las palabras de Francisco no se deben convertir en un nuevo botín de polarización. El Papa interpeló a toda la dirigencia colombiana. Al Gobierno y a la oposición. A los funcionarios públicos, a los políticos, a los medios, a los obispos. Llenó de esperanza a los niños, a los jóvenes, a los enfermos, a las víctimas, a los más vulnerables y a los hombres y mujeres de buen corazón. Y, estoy seguro, estremeció a violentos, delincuentes y corruptos invitándolos a su transformación.
Su visita, hermosa, esperanzadora, enternecedora, logró tocar el corazón de este país a partir de esa mezcla prodigiosa de dulzura y firmeza. Con lágrimas de gratitud, de alegría por haberlo tenido aquí y de tristeza por su partida, lo despedimos y sin propósito distinto de compartir con mis lectores algunas de sus frases que más hondo me llegaron, las dejo por aquí como un simple testimonio personal, convencido de que cada uno de ustedes habrá hecho su propia selección:
“Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos.
Es la hora para desactivar los odios, renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno.
Aun cuando perduren conflictos, violencia o sentimientos de venganza, no impidamos que la justicia y la misericordia se encuentren en un abrazo que asuma la historia de dolor de Colombia.
La verdad es una compañera inseparable de la justicia y la misericordia. Juntas son esenciales para construir la paz.
Colombia tiene algo de original que llama fuertemente la atención: no ha sido nunca una meta completamente realizada, ni un destino totalmente acabado, ni un tesoro totalmente poseído.
Toda Colombia tendría que abrir sus puertas, como las abrió este Hospital de Campo, y dejar que Dios entre y perdone.
Nosotros podemos enredarnos en discusiones interminables, sumar intentos fallidos y hacer un elenco de esfuerzos que han terminado en nada… esta Nación también sabe de ello, cuando por un periodo de 6 años, allá al comienzo, tuvo 16 presidentes y pagó caro sus divisiones la Patria Boba.
Pienso en tantos jóvenes amenazados por el vacío del alma y arrastrados en la fuga de la droga, en el estilo de vida fácil, en la tentación subversiva.
Por favor, les pido que escuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos a los ojos y déjense interrogar por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes.
Jóvenes: ¡cómo no van a poder cambiar esta sociedad y lo que se propongan! ¡No le teman al futuro! ¡Atrévanse a soñar en grande! A ese sueño grande los quiero invitar hoy.
La Amazonia es para todos nosotros una prueba decisiva para verificar si nuestra sociedad, casi siempre reducida al materialismo y pragmatismo, está en grado de custodiar lo que se ha recibido gratuitamente, no para desvalijarlo, sino para hacerlo fecundo.
Ustedes (obispos) no son técnicos, ni políticos: son pastores.
Es importante callejear la fe.
El diablo entra por el bolsillo.
No seremos discípulos tristes ni apóstoles amargados.
¿De qué sirve ganar el mundo entero si queda el vacío en el alma?
Hay que aplicar las leyes… no la ley del más fuerte.
Hace falta llamarnos unos a otros, hacernos señas... volver a considerarnos hermanos, compañeros de camino, socios de esta empresa común que es la patria.
Todos somos vulnerables.
Basta una persona buena para que haya esperanza, y esa persona buena puede ser cada uno de ustedes.
Y, por favor, no se olviden de rezar por mí”.
JUAN LOZANO
Juan Lozano
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