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La Feria sin el monje loco

Si alguien se rió del mundo y sus placeres y padeceres fue Elmo Valencia.

He regresado a Cali por navidades, donde tengo tantos amores muertos y tantos vivos, a visitar los restos de los unos y de los otros. Diego León, el nadaísta de Cartago; Augusto Hoyos, Alfredosánchez, Marlén, Blanquita, Diany, Socorrito, Samsara. Lo que más eché de menos fue la presencia azotamosaicos del Monje Loco, de Elmo Valencia, quien en 60 años de Feria de la Caña de Azúcar y en 60 de nadaísmo no mancó una; estuviera donde estuviera, aquí caía por diciembres, a mover el esqueleto, que es lo que estuvo haciendo en esta versión 2017, desde su ceniciento saco, pues lamentablemente le tocó hacer la caída de la hoja el pasado septiembre, en el ancianato de San Miguel.
En el preciso momento en que era nombrado bibliotecario de la institución, le tocó escuchar las 'Letanías de la buena muerte', así el no fuera muy creyente en el oratorio cristiano, pues desde que llegó a Islanada se deslizó hacia el budismo macrobiótico. El monje-zen. Mientras era cremado por sus amigos, en la biblioteca se entronizaba el reemplazo de su presencia jocunda, su libro 'Culo de botella', editado en Suecia por Víctor Rojas.
Qué belleza eran esas ferias primeras en las que ambos participábamos, hasta que en 1970 nos enrutamos a Bogotá, en Flota Magdalena, a tratar de desfacer un entuerto electoral. En vista del fracaso, debimos ingresar al hipismo, donde nos comprometimos con La Sabiduría Dosificada, LSD. Pero nadie nos borró lo bailado en las casetas Matecaña, La Boa, Las Américas, Cañas Gordas, Palladium y Panamericana, en cuya pista giratoria nos rumbeamos a Richie Ray. Y luego nos embriagamos en todas las demás pistas al son de 'Las caleñas son como las flores', de Antonio J. Ospina. Nunca olvidaré esos pasos en que fui ducho, como la caída de la hoja y la tijereta, que ahora no podría hacer porque me sería imposible volver a pararme.

Lo que más eché de menos fue
la presencia azotamosaicos del Monje Loco, de Elmo Valencia, quien en 60 años de Feria de la Caña de Azúcar y en 60 de nadaísmo no mancó una.

Como por las calles me fue imposible encontrar al monje de cuerpo presente, asistí al almuerzo al que convocaron Armando Barona y su esposa, Ruby, para honrar al amigo que con tanto apetito acudía a su buena mesa. Llegaron Gabriel Ruiz Arbeláez y María Isabel, de NTC; Socorrito y Charles, su esposo gringo; Leonardo Medina y Rosa Luxemburgo, Julio César y Betsimar, Adolfo Vera, en forma virtual, y el monje todavía más virtual en la cabecera. Allí cada uno refirió anécdotas del personaje que por 60 años, desde que regresó de sus estudios en USA, hizo estallar en carcajadas a sus oyentes amigos, haciéndole eco a la suya. Porque si alguien se rió del mundo y sus placeres y padeceres fue Elmo Valencia. Y su única herencia fue un cucurucho ceniciento, los últimos polvos del monje que acogió con beneplácito su amiga Amparo Sevillano de Goldenberg, para cuando llegara por ellos desde Suecia su hija Penélope, que ya llegó.
Y después del copioso almuerzo, ¿qué hacer? Se me iluminó el bombillito. Vi anunciado el Primer Festival de Casetas, en el Parque del Amor. Era la recuperación de esos sitios que se implementaron para que la comunidad en general gozara como los ricos en sus clubes famosos. Las casetas eran recintos acotados por paredes de madera, tablao para bailar, esterillas, latas, telas, techados, donde se presentaban las orquestas más sonadas del momento. El joven empresario Mauricio Durán tuvo el cabezazo de revivirlas en forma de homenaje, y es así que volví a caer en esas casetas evocadas, y con la compañía de una botella plena de Ron Viejo de Caldas 8 años me entretuve admirando las espectaculares colas caleñas vibrando con los aires de la música de aquellos tiempos y la de ahora.
Solo me queda encontrarme con la fiel Penélope y, en compañía de los más cercanos amigos como Toñelas, ir con el cadáver exquisito del monje loco vuelto ceniza, a depositarlo en el río Cali, en cuyas orillas se metió tantos cachos. A propósito, creo que el sitio más adecuado es El Charco del Burro.
JOTAMARIO ARBELÁEZ
jotamarionada@hotmail.com
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