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Armitage, más educador que político

Hay tanto por hacer en Cali, que es una tontería e inmadurez política pensar en revocar.

El alcalde de Cali, Maurice Armitage, se ha convertido en los últimos días en un agente de opinión de orden educativo, más que político. Sus expresiones coloquiales dejan una profunda reflexión sobre asuntos que la ciudadanía en su conjunto requiere repensar.
La primer frase contundente “trabajemos duro y seamos honestos” es una invitación a esforzarnos en avanzar en nuestras responsabilidades personales y de ciudad, al mismo tiempo que desde lo ético pensemos en el bien común, atacando de frente el demonio de la corrupción instalado en casi todos los estratos sociales de la ciudad. Es tan corrupto quien se roba un pan de la escuela, un martillo de una obra o miles de millones en una contratación estatal.
Creo que Armitage, con la sensibilidad y lágrimas en su rostro, muestra su preocupación angustiante por que los asuntos de responsabilidad colectiva en la ciudad mejoren. Temas como la seguridad, la movilidad, la educación, el aseo en calles o el sentido de pertenencia es una tarea de todos y no exclusivamente de un mandatario.

Cada vez que el alcalde dice las limitaciones de ciudad, por falta de fuerza policial o dificultades en movilidad salen muchos detractores a despedazar el tejido social que se está construyendo

Algunas frases del burgomaestre son “alcaldadas” singulares y auténticas de su espíritu acelerado e impaciente que le hacen cometer imprudencias tales como “mandar a gobernar a una periodista”, decir con claridad que no hay que “dar papaya a los delincuentes” o que él no es “Superman” o “Mandrake”, superhéroes que solucionaban todos los males de ciudad. Incluso hemos escuchado acuñar jergas nuevas como “vandalaje” refiriéndose a daños en bienes públicos o privados generados por algunos barristas. Todas estas expresiones son poco comprensibles para una ciudadanía enseñada a las mentiras politiqueras. Porque cada vez que el alcalde dice las limitaciones de ciudad, por falta de fuerza policial o dificultades en movilidad salen muchos detractores a despedazar el tejido social que se está construyendo.
Como profesor, identifico debilidades administrativas y de orden político en las que es necesario ajustar algunos planes y programas que fortalezcan más acciones efectivas en los territorios, además de comunicar mejor lo que se hace. Claramente, decir esto no me hace dueño único de las soluciones complejas que hace años la ciudad tiene pendiente. Pues criticar sin propuestas no es sano, ni mucho menos educativo o benéfico para la ciudad. Por ello, algunas de nuestras contradicciones se reflejan en las polarizaciones políticas, porque cuando alguien dice la verdad legítima poco se quiere comprender y hasta hacemos oídos sordos para no escuchar o contradecir.
Asumir medidas de seguridad, el pico y placa o permitir el dinamismo económico es tarea organizacional de quienes vivimos en Cali. En tal sentido, es inaudito pensar en una revocatoria del alcalde, sin consideración integral del daño social que se haría a una ciudad donde hay un sinnúmero de asuntos trascendentales por liderar.
Hay tanto por hacer, por seguir mejorando en esta bella ciudad, que es una tontería e inmadurez política pensar en revocar. Es mucho mejor unir esfuerzos o, como decimos los maestros, hacer pedagogía para instalar imaginarios positivos, antes que destructivos.
Tiene más sentido promover procesos ciudadanos para hacer pedagogías educativas de reconciliación, tolerancia y comprensión social. Pues, objetivamente, seguir políticamente polarizando la ciudad es poco saludable para el desarrollo prospectivo e integral de soñar una Cali cívica y más pacífica.
JOSÉ DARWIN LENIS
* Profesor universitario
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