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Zidane, liderazgo de terciopelo

Sepultó cualquier duda y pasa de modo fulminante a un primer plano entre todos los entrenadores.

Jorge Barraza
“Golpeando con una barra de hierro no se consigue lo mejor de la gente. Se logra ganándose su respeto, acostumbrándolos a los triunfos y convenciéndolos de que son capaces de mejorar su rendimiento. No sé de ningún mánager que haya tenido éxito durante mucho tiempo instaurando el reino del terror. Las dos palabras más poderosas en cualquier idioma son: ¡Bien hecho!”. La frase pertenece al más exitoso de los entrenadores de fútbol: Alex Ferguson. Y es una clase de liderazgo: una palmada es más efectiva que un ladrido.
El sábado, al finalizar otra Copa de Europa, todos los flashes apuntaron, una vez más, a Cristiano Ronaldo, el indiscutible héroe madridista en esta nueva conquista, más universal que europea por el nivel ya planetario de la Champions. Quien levantó el trofeo fue el capitán, Sergio Ramos, y a quien felicitaban en el palco era al presidente Florentino Pérez. Pero entre tanto éxtasis madridista hubo, sin embargo, otro vencedor superestelar: Zinedine Zidane, el silencioso, casi imperceptible conductor de la calva lustrosa y la semisonrisa perenne.
Fue anunciado como técnico el 4 de enero del año pasado. El mundillo lo percibió como un interino que llegaba para apagar el incendio desatado por Rafa Benítez, un duro de la dirección técnica. Zidane solo asumía “porque estaba ahí, por los pasillos...” En junio volvía al Castilla y el Madrid contrataría uno bueno. “Lo toleran por su pasado glorioso, de táctica no sabe nada, el Madrid no tiene juego…” “Es un muñeco de Florentino…”. Como su padre, Zinedine habló poco. En junio ganó la Champions y ya se evaporó la idea del interinato. “Con esto se consiguió un tiempo más en el banquillo…” Se había instaurado un nuevo deporte, criticar al francés.
Entre tanto, comenzó a notarse un buen clima entre los jugadores, decidió rotaciones, elogió siempre a sus jugadores, desmintió cualquier conflicto con James Rodríguez por sus pocas participaciones, dejó pasar por alto un insulto del ‘10’ por haberlo reemplazado, incluso lo alabó: “Hace jugar a los demás”. Dispuso afrontar toda la última parte de la Liga con un equipo ‘B’ y nadie se mosqueó. Y el equipo rindió maravillosamente. Dejó fuera a Cristiano varios partidos para tenerlo fresco en el tramo final. Sentó a Gareth Bale en Gales cuando el mundo apostaba que lo alinearía para quedar bien con el presidente y ganarse al público.
Diecisiete meses después de aquel nombramiento “a las apuradas”, el marsellés muestra un currículum que otros técnicos no han conseguido en décadas: dos Champions League (igual que Ferguson), una Liga Española, un Mundial de Clubes, una Supercopa de Europa. Pero esta conquista del sábado es la que lo encumbra por la jerarquía, el fútbol brillante y el carácter exhibido por el Real Madrid. Zidane sepultó cualquier duda y pasa de modo fulminante a un primer plano entre todos los entrenadores actuales. Está en el umbral de hacer olvidar el extraordinario jugador que fue por su inesperado éxito en la función actual.
Cruza la línea de la desconfianza: ser técnico por haber sido crack se convierte en uno de los pocos que, además de genio en el rectángulo, hace historia como entrenador. Son pocos los casos: Cruyff, Beckenbauer, Di Stéfano…
El quinto y último hijo de Smail, un humildísimo albañil argelino que a la madurez incursionó en la literatura, se crió entre los silencios y los consejos de su padre. Los incorporó; absorbió su humildad. Cuando Zinedine cumplió los 14 años, Smail y su esposa Malika debieron tomar la decisión más difícil de sus vidas: dejarlo ir de la casa para fichar por el AS Cannes, a 182 kilómetros de su Marsella. Smail aprobó y le dio lo que más le serviría para su viaje, una máxima de vida: "Si eres capaz de respetar a todas las personas, todas te respetarán a ti". Así debutó en la Primera División del Cannes cuando aún transitaba los 16 años. De allí en adelante, su padre se alfabetizó y hoy escribe poemas, un libro ('Por los caminos de piedra'), Zinedine ya sabemos…
“Siempre he conseguido más de los jugadores alabándolos que criticándolos”, confiesa Ferguson. Zidane transita su mismo liderazgo, pero con más suavidad incluso. Pasa su mano de terciopelo sobre los hombros de Cristiano, de Modric, de Marcelo, de Carvajal, y antes de salir al campo les dice “Ustedes pueden”, y al final “¡Bien hecho!”. Y obtiene lo mejor de cada uno. Su mejor obra es mantener al vestuario feliz. Y con semejante plantel, entrenando bien y tomando las decisiones correctas, ¿para qué más…?
Zidane es otro que destierra la idea (impuesta por los directores técnicos y muy conveniente, por cierto) de que nunca hay que cambiar al DT, ni aunque se pierdan veinte partidos seguidos, bajo el argumento de que “hay que respetar el proyecto”. Zidane tomó el barco en medio del mar (y casi hundido) y ya ha edificado una obra monumental. Ferguson mismo asumió en el Manchester United a mitad de campeonato sustituyendo a Ron Atkinson. Diego Simeone, el más importante estratega de la historia del Atlético de Madrid, entró un diciembre en lugar del cesado Gregorio Manzano. Tite llegó a la Selección Brasileña con media Eliminatoria jugada y ganó los 8 partidos que dirigió. Y les cambió el fútbol, el ánimo y la ilusión a los torcedores. Sampaoli llegó a Chile en medio de otro proceso y le dio la clasificación al Mundial y una Copa América. Hay cien ejemplos más. Cuando algo no funciona, es válido cambiar.
No es fácil alabar a Zidane frente al público colombiano, dado que en sus 17 meses en el cargo James Rodríguez fue perdiendo protagonismo hasta quedar en el estante de las liquidaciones. Pero más allá de la situación del zurdo, el mérito de Zinedine es tan indiscutible como evidente. Esta Champions lo ha consagrado en el banco. El buen fútbol le da una calurosa bienvenida.
JORGE BARRAZA
Jorge Barraza
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