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Los suramericanos, campeones en el mundial de hinchas

Las hinchadas latinas son nutridas y coloridas. Sobre todo, las sudamericanas. ¿Lo sabrá la Fifa?

Jorge Barraza
“En Perú, mucha gente se hipotecó para venir acá. Va a llegar el Mundial de Catar y todavía estarán pagando el de Rusia”, dice Eugenio Cáceda, uno de los cerca de 40.000 peruanos que se allegaron a la patria de Dostoyevski. “Y, encima, cuando llegaron a Moscú se dieron cuenta de que debían gastar más de lo pensado”, agrega. En todo caso, será la primera vez que se endeudan felices. A su lado, Martín F., también limeño, dice haber viajado 28 horas en tren desde Moscú para ir a ver la bicolor ante Francia en Ekaterimburgo.
“El viaje es largo, y los trenes son con esos viejos vagones de madera y camarotes como veíamos en las películas, pero muy buenos y con camas. No es caro el boleto, 40 dólares”. La hinchada peruana es la nota saliente del Mundial en materia de aficionados. En los tres partidos que jugó su selección, la parcialidad incaica llegó a cubrir hasta el 90 % del estadio, verdaderamente asombroso. No todos llegaron del país, vinieron desde todas partes del mundo donde están radicados, como un señor arequipeño que vive desde hace 40 años en Bielorrusia y les ayudó como traductor a muchos de sus compatriotas. Se calcula en 20.000 el número de los que viajaron desde el aeropuerto de Lima. Los otros son residentes en Estados Unidos, España, Argentina y otros países. Los que proceden de su tierra natal invirtieron unos 5.000 dólares entre pasaje, alojamientos, comidas, entradas y varios.
Hay una movida para que se declare a la peruana como la mejor hinchada del Mundial. Lo merece porque concitó la admiración unánime en Rusia. A su vez, la parcialidad argentina, que ‘reventó’ el estadio de San Petersburgo ante Nigeria, trajo también entre 35.000 y 40.000 fanáticos (nunca tan certero el término). Y se esperaba que se sumaran muchos otros si derrotaba a Francia. Los argentinos hicieron colapsar la ciudad de Kazán, preciosa y enorme, pero claramente no preparada para recibir y hospedar semejante ola de gente que necesita albergue y comida. También asistieron bastantes franceses, pero en grado muy inferior. Ya los peruanos cuadruplicaron en número a los galos cuando se enfrentaron en la fase de grupos. La identificación es muy sencilla porque todos, diríamos casi el 100 %, acuden a los estadios con su camiseta. La más fácil de estimar es la parcialidad colombiana, que forma una compacta nube amarilla.
Los argentinos durmieron donde pudieron en Kazán, a la que llegaron fundamentalmente en trenes y por carretera. Pero dormir es un problema ínfimo, algunos se acuestan en el suelo, otros en bancos de plazas o cualquier lugar público, aunque a los ciudadanos rusos estas cosas no les agradan ni un poquito. Toda situación que vulnere las reglas, el orden, el silencio y la higiene los altera. No toleran la transgresión, aunque entienden que están organizando un mundial y esto incluye recibir a cientos de miles de visitantes con costumbres diferentes. El verdadero problema de los hinchas argentinos fue transportarse desde San Petersburgo, sede de su último partido, a Kazán. Pocos pensaron en eso y se encontraron con el problema después. Agotaron todos los boletos de trenes, aviones, autobuses, así como los autos de alquiler. Hay 1.516 kilómetros entre ambas ciudades, no es broma. Muchos sacaron boletos de avión a otros puntos del país, como Moscú o Nizhny Novgorod, y desde estas viajaron a Kazán, con lo cual el viaje se les alargó a casi el doble, en tiempo y dinero, pero al menos llegaron. Otros, ante la imposibilidad de llegar, evaluaron la posibilidad de revender su entrada (hay gente que pagaba entre 1.000 y 7.000 dólares por una). Muchos lo hicieron y lo vieron luego en el Fan Fest. Lo cierto es que, ante Francia, volvieron a gritar su clásico “somos locales otra vez” (también los colombianos lo entonan). En el rubro pasión y aliento, así como en los cánticos, tienen el primer puesto.
El tema del transporte es el único que desbordó a los organizadores rusos. Sus servicios y sus carreteras son excelentes, pero acaso no repararon en que serían requeridos por tantos miles de extranjeros. En un mundial son multitudes que van de un sitio a otro cada tres o cuatro días.
La otra legión importante de seguidores es la colombiana. Quizás se podría establecer en 30.000 hinchas. Muchísimos. Y, para ser demográficamente un país tan pequeño, también Uruguay trajo una oleada de aficionados, todos de celeste. Quienes están en el asunto señalan que una mayoría de los simpatizantes charrúas provienen de países europeos donde viven.
Naturalmente, también se ven miles de hinchas brasileños, un país con 210 millones de habitantes, más los residentes en el exterior. Además, con la riquísima historia que tiene Brasil en los mundiales, los brasileños ponen siempre una nota de color, un plus propio. “En el partido ante Serbia en el estadio del Spartak hubo unos 30.000 brasileños”, dice Gabriel, un hincha colombo-venezolano. Pero si Brasil llegara a la final, esa cifra podría hasta duplicarse según estimaciones de operadores turísticos. Claro que si Colombia arribara también a esa instancia, no alcanzarían los vuelos para traer a más entusiastas. Se largarían en masa.
“El ranquin histórico de hinchadas es Argentina, México y Colombia. A los argentinos, en eso, no los supera nadie, así el país ande mal o el dólar esté por las nubes, como ahora”, dice John Medina, bogotano que ha venido a Rusia por el Mundial, pero como coordinador de un canal de televisión.
Para quienes hemos estado en otros mundiales, cabe un reconocimiento para la notable y numerosísima afición mexicana. Claro que son 124 millones de mexicanos que viven en su país, otros 35 millones en Estados Unidos (con buen poder adquisitivo) y algún millón más en el resto del mundo. Pero la grey verde es fantástica, colorida, gastadora, muy confiada. Y noble. No importa que México no haya sido campeón nunca o que jamás protagonizara siquiera una semifinal, donde juega el Tri hay espectáculo asegurado. Llegan con sus sombrerazos, sus músicos, sus atuendos típicos (hasta se vino un grupo todos disfrazados como en la tira del Chavo del 8, la Chilindrina, don Ramón, Ñoño, el Profesor Jirafeles, etcétera…). México no aporta nunca menos de 30.000 espectadores, se juegue donde sea.
La Plaza Roja, en Moscú, ha sido testigo, cada día del Mundial, de que las hinchadas latinas son por muy lejos las más nutridas, bullangueras y coloridas de Rusia 2018 (y de los mundiales anteriores). Las que ponen el clima. Sobre todo, las suramericanas. En viajes, hotelería, alimentación, entradas y gastos varios, los ingresos que aportan los parciales de nuestro continente superan largamente los de otras regiones. Surgen varias preguntas alredor de esto: ¿lo sabrá la Fifa…? ¿Lo valorará el fabuloso negocio de la Copa del Mundo…? ¿Se debería tener en cuenta a la hora de repartir los cupos…?
JORGE BARRAZA
Jorge Barraza
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