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El centro en segunda vuelta

Esos electores no van a votar por convicción sino por miedo o por desprecio hacia la otra opción.

La división entre los candidatos de centro llevó a que ninguno de estos pasara a la segunda vuelta. Los votos de centro, la mayoría de opinión, no son transferibles por más de que se formen alianzas. Muchos de estos votantes, a pesar de que no les gusta Petro, se van a ir con el candidato de izquierda por el odio, el desprecio o el miedo al uribismo. A esas personas les repugnan los escándalos del gobierno de Uribe y se sienten incapaces de votar por un candidato apoyado por el expresidente.
Otros, por el contrario, tienen pavor de un gobierno de Petro, o en general de cualquier propuesta de la izquierda que no se acerque al centro. El caso venezolano, junto con los pronósticos de freno de la economía, la devaluación del peso, la disminución en la inversión extranjera y otros problemas económicos que afectarían al país en caso de que Petro quede electo, los llevan a decidirse por Duque y optar por lo que consideran “un mal menor”. Como algunos lo han incluso señalado, prefieren que Duque sea presidente, con todo lo que eso implica, a convertirse en Venezuela y tener que hacer fila para comprar papel higiénico.
Como queda claro, esos electores no van a votar por convicción sino por miedo o por desprecio hacia la otra opción. Un tercer grupo del centro, dentro del que se encuentra Héctor Abad -tal y como lo expuso en una columna en el ‘New York Times’-, va a votar en blanco o se abstendrá de hacerlo. Para esos votantes, por más de que el voto en blanco o la abstención no tengan ningún efecto práctico, esta es la mejor opción: es una forma de protestar y de mostrarle, tanto a Duque como a Petro, que hay colombianos que no caben dentro del modelo de país que ambos extremos proponen. En palabras de Abad, “quien gane, sea el que sea, debe recibir por parte nuestra no un apoyo, sino un aviso de moderación (lo que se logra mediante la abstención o el voto en blanco), y nunca el cheque en blanco de un triunfo absoluto”.

Creo que así Duque o Petro se vuelvan menos radicales en sus campañas y se acerquen más al centro con el fin de obtener votos durante estas semanas, esas propuestas se quedarán en el discurso.

Una última parte de los votantes de centro está indecisa. Para ellos, el candidato que más se acerque al centro dentro de estas tres semanas será quien gane su voto. Aunque es una postura interesante, me parece importante retomar una columna que hace unas semanas escribió Mauricio García Villegas, en la que argumenta que hay una gran brecha entre lo que está en la ley y su aplicación práctica. Para este columnista, tanto las leyes como las propuestas de los candidatos “hacen más parte del mundo de las intenciones que del mundo de las realidades”.
Por tanto, los electores deberían, de acuerdo con García Villegas, enfocarse menos en las propuestas –que muchas veces no se cumplirán– y más bien “escudriñar el ser humano que hay detrás de ellas (las propuestas); descubrir su talante moral, su manera de relacionarse con los demás; analizar el grupo de la gente que lo acompaña”, entre otras.
Concuerdo con el análisis de García Villegas. Creo que así Duque o Petro se vuelvan menos radicales en sus campañas y se acerquen más al centro con el fin de obtener votos durante estas semanas, esas propuestas se quedarán en el discurso. Veo difícil que Petro se modere en un eventual gobierno, porque eso sería contradecir todo lo que ha dicho en su campaña y, en últimas, cambiar su esencia. También me parece complicado que en la práctica un gobierno de Duque se acerque al centro, cuando dentro de su campaña están personas tan radicales como Alejandro Ordóñez o Viviane Morales, a quienes no podrá darles la espalda si llega al poder.
El centro, por tanto, tendrá que decidir entre una izquierda que puede desestabilizar la economía y hacer retroceder al país como lo han hecho otros países latinoamericanos que han tenido este tipo de gobiernos; o una derecha que pone en peligro el proceso de paz, la división de poderes y los derechos de las minorías. La tercera opción, como lo propone Abad, es mandar un mensaje de protesta mediante un voto en blanco, que le muestre al ganador que un importante porcentaje de la población no comulga con sus propuestas.
JOAQUÍN VÉLEZ NAVARRO
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