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La paz es la que va ganando

Colombia pasó a ser el símbolo mundial de la paz en un contexto de nuevas guerras transnacionales.

Es hora de dejar a un lado la soberbia y la mezquindad. Abandonar el reclamo de un precario triunfo y concentrarnos en el verdadero sentido histórico del cambio que está experimentando nuestra sociedad. En realidad, lo que se viene consolidando en el país es la paz.
En los últimos seis años, en Colombia se han dado los avances más importantes de la historia contemporánea, que nos aproximan a la terminación del conflicto armado por la vía del diálogo. Así lo demuestran cuatro acontecimientos trascendentales e innegables. En primer lugar, el haber podido desarrollar de manera exitosa lo que no se había conseguido en los últimos treinta años. Luego de sucesivos fracasos en el pasado, el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc lograron establecer una mesa de conversaciones, pactar una agenda y, en un tiempo récord –si se tiene en cuenta la duración de otros procesos de paz en el mundo–, llegar a un acuerdo. El acuerdo de La Habana es una realidad insoslayable, hasta el punto de que los más enconados opositores al proceso han tenido que adaptar sus propuestas al texto pactado. En todo caso, ninguna salida futura al ‘impasse’ generado el pasado 2 de octubre podrá desconocer este inmenso avance, que es la base real y objetiva de la paz.
En segundo lugar, en este proceso se llegó al paulatino establecimiento del cese bilateral de hostilidades: en un comienzo, gestos mutuos de carácter humanitario, treguas y suspensión de bombardeos; y luego, el cierre de todas las formas de acción y coacción armadas. De manera oficial se ha reconocido que el impacto del cese de hostilidades ha sido altamente benéfico para los territorios y el país en general. Se han salvado centenares de vidas, se han ahorrado cuantiosos recursos por causa de la ausencia de atentados contra la infraestructura, se ha producido la reactivación económica local y se ha comenzado a vivir en un ambiente de reconciliación, situaciones desconocidas para muchas zonas del país. Semejante logro del proceso de paz no puede ser ignorado ni sometido a dilaciones que impidan su afianzamiento para convertirlo en irreversible.
Como si esto fuera poco, el Gobierno Nacional y el Eln anunciaron que el próximo 27 de octubre instalarán la mesa de diálogos en Quito. Con esta guerrilla tampoco se había avanzado al punto de pactar una agenda y establecer una mesa de negociación para desarrollarla. A eso se suma que este nuevo proceso se presenta en el contexto de los resultados que se han construido con las Farc, que son un significativo acumulado de acuerdos y experiencias que pueden ser utilizados para enriquecer las nuevas negociaciones.
Como resultado de todos estos avances fundamentales, la comunidad internacional, en forma unánime, le ha dado su respaldo a nuestro país en la búsqueda de la paz. Ese apoyo se ha expresado de múltiples formas: el premio Nobel de paz, concedido al presidente Santos, a las víctimas y al pueblo colombiano; la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y su misión de observación; la creación de fondos para apoyar la paz, entre otras acciones. Ese respaldo significa que la valoración y el lugar de nuestro país en el concierto internacional han cambiado radicalmente: de ser identificada con la violencia y el narcotráfico, Colombia pasó a ser el símbolo mundial de la paz en un contexto de nuevas guerras transnacionales.
Estamos ante el despertar de una nueva etapa en la historia nacional y debemos dar ya el paso para sellar la victoria de la paz. Eso es lo que reclaman las multitudes de gentes de todas las edades y todos los orígenes sociales que llenan las calles y plazas del país.
IVÁN CEPEDA CASTRO
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