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La última novia de Hefner

Él prometió que, cuando muriera, le preguntaría por el verdadero culpable de la muerte de ella.

“Desde niño tengo una pesadilla –solía recordar Hugh Hefner–. Intento volver a casa y no encuentro el camino”.
Nacido en Chicago, 91 años atrás, sus padres, unos campesinos de Nebraska, metodistas rigurosos, le prohibieron consumir alcohol, expresar sus sentimientos y tocar a los demás.
Inteligente y retraído, Hugh soñó con certeza, sin embargo, que sería famoso. Seguidor de Flash Gordon, dibujó desde muy temprano cómics en los que él figuraba como superhéroe.
Cuando salió del ejército, a sus 18 años, estudió sicología, escritura creativa y arte en la Universidad de Illinois. Se graduó en 1949 y se casó con su novia, la rubia Mildred Williams. Tenía 23 años y vivió con ella su primera experiencia sexual.
“Me había guardado para Mildred, pero, después del sexo, me dijo que ya había vivido otro romance y fue el momento más devastador de mi vida. ¡Mi esposa tenía más experiencia sexual que yo! Después sentía que aquel tipo estaba siempre en la cama con nosotros”.
Un día, Hugh invitó a su padre a que invirtiera en su proyecto de revista. El viejo consultó a sus contadores y le respondió que no pintaba buen negocio. “Cuando salía de mi casa, mi madre me dio un cheque por mil dólares”.
Hugh consiguió otros siete mil y, con una foto de Marilyn Monroe desnuda sobre una sábana de seda roja, inició en diciembre de 1953 el imperio Playboy.
“Sacamos unas 50.000 copias de la revista con Marilyn”, dijo. El segundo número tuvo mayor tiraje, y empezaron a lucir el logo del conejo de orejas erectas y elegante corbatín, que él escogió por su connotación (“tiran como conejos”) y porque lo encontró juguetón, coqueto y elegante.
Tras diez años de matrimonio, Hefner se separó de Mildred y se asumió como un hiperactivo sexual que prefería a las mujeres rubias de rostro infantil, así con el tiempo algunas pudieran parecer sus nietas.
En ‘Playboy’, él elegía la rubia del mes, los textos literarios y las entrevistas, mientras hacía realidad por cinco décadas, en una mansión de Beverly Hills, sus sueños eróticos.
Las invitadas allí eran jovencitas, en su mayoría rubias, que acababan de terminar su bachillerato y querían divertirse. Hugh les preguntaba si deseaban ser sus novias (“no estás obligada, es tu decisión”) y vivir con él. Muchas accedían, a veces en grupos de siete u ocho. Lo mismo en 1960 que en el 2010.
Otro símbolo de Hefner fue su propia indumentaria. Tan solo una bata o pijama de seda indicaba que acababa de salir de la cama, donde jugaba con sus muñecas.
A los 59 años sufrió un infarto y decidió casarse con la modelo y actriz rubia Kimberley Conrad, 36 años menor. Desaparecieron por casi 10 años, y toda una generación pensó haber perdido al potentado del sexo.
Pero se separaría de Kimberley en 1998. Tenía 72 años y había descubierto el viagra, pastilla que consideró milagrosa e inventada para él. En el 2012 se casó con la joven rubia Crystal Harris, hoy su viuda. Tenía 86 y ella, 60 menos.
Como Hefner, Marilyn Monroe nació en 1926. No se conocieron, pero Hefner la adoraba, afirmando que tenían ambos en mente “las mismas imágenes cinematográficas, los mismos ídolos y, probablemente, los mismos sueños”.
Quizás por eso compró la tumba junto a la de Marilyn, en el Westwood Village Memorial Park, y prometió que cuando él muriera iba a preguntarle por el verdadero culpable de la muerte de ella.
Tal vez se lo pregunte ahora. “Marilyn será mi última novia, y espero sinceramente que lo nuestro funcione”.
Yo quiero creerle. Hombre afortunado, a Hugh Hefner se le hicieron aquí sus sueños realidad. Es posible que allá, con Marilyn, encuentre el camino.
HERIBERTO FIORILLO
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