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Cero tolerancia

Es una lógica perversa que condena los padres a la  cárcel, adonde no pueden llevar a sus hijos.

Desde abril último, con el concurso de agentes fronterizos, Donald Trump ha satanizado y separado casi 2.500 niños centroamericanos de sus padres. El presidente de Estados Unidos había prometido liberar a sus electores de aquello que llamó una “peste” y él creyó, con esa cruzada, empezar a erradicar.
Su objetivo: reducir la inmigración de centroamericanos a su país, despojarlos de su derecho a pedir asilo o refugio, detenerlos como criminales por el solo hecho de cruzar la frontera.
La suya es una lógica perversa que condena los padres a la cárcel, adonde no pueden llevar a sus hijos. Apoyándose en la ley, las autoridades norteamericanas los separan. Trump había dado a conocer tiempo atrás su plan ‘cero tolerancia’, llamando criminales y viciosos a los inmigrantes que cruzaban por México.
¿El resultado? Horror. Miles de niños separados de sus padres, con el alma destrozada, llorando, encerrados en lugares como jaulas. Varios audios con tristes y desgarradores testimonios infantiles que enternecieron y pusieron esta semana en pie de rechazo a buena parte de la sociedad norteamericana.
La importante revista ‘Time’ dedicó a esta tragedia colectiva su última y conmovedora portada, la que muestra a un Trump gigantesco frente a un niño pequeñito, casi un bebé, que lo mira y llora.
Presionado por la opinión general, Trump se vio obligado a firmar el miércoles un decreto que ordenaba poner fin a las separaciones de padres e hijos, conjurando en apariencia una tragedia creada por él. De todos modos, continuó haciendo arrestar y enjuiciar a los adultos atrapados ilegalmente al cruzar la frontera. El presidente busca cambiar las leyes de inmigración y construir su muro histórico, tanto en la geografía como en el alma de sus coterráneos. ‘Cero tolerancia’ no solo sirve para amedrentar a los mexicanos y centroamericanos que quieren entrar a Estados Unidos. También es su forma de chantajear al Congreso para que pronto le financie el muro.
Mientras tanto, miles de adultos aguardan ser procesados y enjuiciados en la frontera, y sus niños son entregados a la custodia del Departamento de Salud y Servicios Humanos, que los lleva, en principio, a bases militares. En su mayoría siguen traumatizados, llorando y llamando a sus familiares. Muchos están ya en otros brazos, como refugiados.
El gobierno no parece tener planes de reunificar los hogares que separó, no obstante la reversa. Guardias y demás funcionarios no saben cómo cumplir dos mandatos al mismo tiempo.
¿Cómo juzgar y condenar a los padres sin separarlos de sus hijos y dónde tener a los niños en y después del juicio a sus padres? Con esta política de horror, Donald Trump discrimina, humilla, tortura y traumatiza a los pequeños, alegando como justificación que no han nacido en Estados Unidos.
No sé qué dirán las encuestas, pero el duro sufrimiento de estos niños debe abrir los ojos a la población estadounidense para frenar la reelección de Donald Trump. Si eso ocurre, el sacrificio de esos muchachitos habrá beneficiado a la humanidad.
Y la verdad es que otra Cero tolerancia debería crecer y fortalecerse dentro y fuera de Estados Unidos. Una contra el primer mandatario y los bárbaros que lo rodean.
Como dijera Nicholas Kristoff, en ‘The New York Times’: “Soy hijo de un refugiado, beneficiario de la magnanimidad de Estados Unidos, y las políticas actuales me avergüenzan. Cuando los oficiales de inmigración le arrebatan un padre a su hijo en llanto para enviarlo a un centro de cuidado tutelar, no estamos viendo cómo se aplica una ‘política de inmigración’. Estamos presenciando una barbarie”.
HERIBERTO FIORILLO
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