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Voto 'desmamertizado' por Petro

El proyecto progresista que promueve Petro es un programa de talante liberal en lo económico.

Cuando Chávez Frías, después de ser cobijado por el perdón judicial en 1994, pasó por estas tierras colombianas, ni más allá ni más acá, no era cosa distinta que un excoronel golpista del ejército venezolano. Esa condición de asaltante armado del poder, entre otras, me llevó a declinar cualquier tipo de encuentro o conversación con el personaje que visitaba Colombia, por invitación de José Cuesta, un integrante del desmovilizado M-19, amigo de Gustavo Petro.
Hugo Chávez –quien seguramente persiguió a más de un integrante del M-19 en los tiempos de la confrontación armada en las rutas de los fúsiles de asalto Fal que se conseguían en el mercado negro venezolano– ahora gozaba de una remozada simpatía de varios integrantes de la izquierda colombiana, que, seducidos por la grandilocuencia verbal y las luces mediáticas que rodeaban al recién perdonado coronel golpista, se pasearon por varios salones de tertulia y de rumbas “mamertas” en la localidad de la Candelaria, alucinados por la retórica del personaje, según relatos de testigos de la visita y, finalmente, viajaron hasta el puente de Boyacá, lugar donde se sucedió la batalla que selló nuestra independencia, para hacerse fotografías memorables, recordar la historia patria y hacer juramentos alucinantes de gestas libertadoras continentales.
Por supuesto, por decisión voluntaria, mantuve distancia del golpista visitante. “Después de haber suscrito un pacto del final de la guerra –como el firmado por el M-19–, no tiene coherencia reunirse con personajes que, sin hacer la promesa de adiós a las armas en la política, intentan dictar cátedra sobre los caminos del cambio en América Latina”, les argumentaba a algunos amigos que insistían en la importancia de concurrir al “besamanos” para escuchar la narración de los pormenores del fallido golpe militar. Años más tarde, cuando Hugo Chávez llegó a la presidencia mediante el voto popular, tampoco me sumé a la procesión de ‘Compas’ hacia el vecino país. Los “guiños” del recién elegido presidente venezolano con la insurgencia “fariana”, que dijo acoger el bolivarianismo, vaciado de contendidos, confirmaron mis sospechas con respecto a que la dinámica política que inauguraba la presidencia de Hugo Chávez Frías, irremediablemente, sucumbiría atrapada en un modelo autoritario y corrupto. Maduro lo corrobora.

Afirmar que Petro no es el candidato de la izquierda, por supuesto, no es negación de que dicha visión ideológica y política deba existir. 

Así, pues, mantener total independencia con el régimen chavista, no claudicar en la crítica a las evidencias del autoritarismo creciente, aun corriendo el riesgo de ser señalado de “hacer el juego al imperialismo”, me permitió, cuando se me preguntó sobre el régimen del vecino país, no dude en responder, según recuerdo mis palabras, en que “había que reiterar en la absoluta distancia del chavismo, rechazar y condenar todo atropello a la democracia, denunciar las agresiones y el desconocimiento de los escenarios multilaterales de los derechos humanos”. Debo confesar que ese día sentí el reproche de varios “mamertos” presentes en el escenario donde se realizó la conversación en la que, como lo he hecho durante toda la militancia en el M-19, defendí la tesis de que la connotación de izquierda es un calificativo ajeno al talante e ideario del M-19 y, por ello, es una imprecisión cuando se endilga a Gustavo Petro el remoquete de “líder y candidato presidencial de la izquierda”.
Afirmar que Petro no es el candidato de la izquierda, por supuesto, no es negación de que dicha visión ideológica y política deba existir. El proyecto progresista que promueve la candidatura de Gustavo Petro, desde la Colombia Humana, es un programa de talante liberal en lo económico y arraigado en el mandato constitucional del Estado social de derecho, que, sin duda, trasciende las alambradas de la izquierda. Mi voto desmamertizado, entonces, será por Petro.
HÉCTOR PINEDA
*Constituyente de 1991
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